viernes, 8 de marzo de 2013

EL PAN DE CRISTO...CUENTO CORTO...♥



El siguiente es el relato verídico de 
un hombre llamado Víctor. Al cabo 
de meses de encontrarse sin trabajo, se 
vio obligado a recurrir a la 
mendicidad para sobrevivir, cosa que 
detestaba profundamente. 
Una fría tarde de invierno se 
encontraba en las inmediaciones de un 
club privado cuando observó a un hombre 
y su esposa que entraban al 
mismo.

Víctor le pidió al hombre unas monedas 
para poder comprarse algo de comer. 
- Lo siento, amigo, pero no tengo nada 
de cambio -replicó éste. La 
mujer, que oyó la conversación, 
preguntó:

- ¿Qué quería ese pobre hombre? 
- Dinero para una comida. Dijo que 
tenía hambre -respondió su marido. 
- Lorenzo, no podemos entrar a comer 
una comida suntuosa que no 
necesitamos y ¡Dejar a un hombre 
hambriento aquí afuera! 
- Hoy en día hay un mendigo en cada 
esquina! Seguro que quiere el 
dinero para beber. 
-¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré 
algo.

Aunque Víctor estaba de espaldas a 
ellos, oyó todo lo que dijeron, 
avergonzado, quería alejarse corriendo 
de allí, pero en ese momento oyó 
la amable voz de la mujer que le 
decía:

- Aquí tiene unas monedas. Consígase 
algo de comer, aunque la situación 
está difícil, no pierda las esperanzas. 
En alguna parte hay un empleo 
para usted. Espero que pronto lo 
encuentre.

-¡Muchas gracias, señora! Me ha dado 
usted ocasión de comenzar de nuevo 
y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás 
olvidaré su gentileza.

-Estará usted comiendo El Pan de 
Cristo! Compártalo -dijo ella con una 
cálida sonrisa dirigida más bien a un 
hombre y no a un mendigo. 
Víctor sintió como si una descarga 
eléctrica le recorriera el cuerpo, 
encontró un lugar barato donde comer, 
gastó la mitad de lo que la 
señora le había dado y resolvío guardar 
lo que le sobraba para otro 
día, comería el pan de Cristo dos días. 
Una vez más, aquella descarga 
eléctrica corría por su interior. ¡El 
Pan de Cristo!

-¡Un momento! -pensó-. No puedo 
guardarme el pan de Cristo solamente 
para mí mismo.

Le parecía estar escuchando el eco de 
un viejo himno que había 
aprendido en la escuela dominical. En 
ese momento pasó a su lado un 
anciano. 
-Quizás ese pobre anciano tenga hambre 
-pensó-. Tengo que compartir el 
pan de Cristo. 
- Oiga -exclamó Víctor-. ¿Le gustaría 
entrar y comerse una buena comida? 
El viejo se dio vuelta y lo miró con 
descreimiento. 
- ¿Habla usted en serio, amigo? El 
hombre no daba crédito a su buena 
fortuna hasta que se sentó a una mesa 
cubierta con un hule y le 
pusieron delante un plato de guiso 
caliente. 
Durante la cena, Víctor notó que el 
hombre envolvía un pedazo de pan 
en su servilleta de papel. 
- ¿Está guardando un poco para mañana? 
-le preguntó.

- No, no. Es que hay un chico que 
conozco por donde suelo frecuentar, 
la ha pasado mal últimamente y estaba 
llorando cuando lo dejé, tenía 
hambre. Le voy a llevar el pan. 
- El Pan de Cristo!. Recordó 
nuevamente las palabras de la mujer y 
tuvo la extraña sensación de que había 
un tercer Convidado sentado a 
aquella mesa. A lo lejos las campanas 
de una iglesia parecían entonar a 
los dos el viejo himno que le había 
sonado antes en la cabeza. 
Los dos hombres llevaron el pan al niño 
hambriento, que comenzó a 
engullírselo. De golpe se detuvo y 
llamó a un perro, un perro perdido y 
asustado. 
- Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad 
-dijo el niño. El Pan de Cristo 
alcanzará también para ti. 
El niño había cambiado totalmente de 
semblante. Se puso de pie y 
comenzó a vender el periódico con 
entusiasmo.

- Hasta luego -dijo Víctor al viejo-. 
En alguna parte hay un empleo 
para usted. Pronto dará con el. No 
desespere.

- ¿Sabe? -su voz se tornó en un 
susurró-. Esto que hemos comido es el 
Pan de Cristo. Una señora me lo dijo 
cuando me dio aquellas monedas 
para comprarlo. El futuro nos deparará 
algo bueno!

Al alejarse el viejo, Víctor se dio 
vuelta y se encontró con el perro 
que le olfateaba la pierna. 
Se agachó para acariciarlo y descubrió 
que tenía un collar que llevaba 
grabado el nombre del dueño. Víctor 
recorrió el largo camino hasta la 
casa del dueño del perro y llamó a la 
puerta.

Al salir éste y ver que había 
encontrado a su perro, se puso 
contentísimo, de golpe la expresión de 
su rostro se tornó seria. Estaba 
por reprocharle a Víctor que 
seguramente había robado el perro para 
cobrar la recompensa, pero no lo hizo, 
Víctor ostentaba un cierto aire 
de dignidad que lo detuvo. 
En cambio dijo: 
- En el periódico vespertino de ayer 
ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene! 
Víctor miró el billete medio aturdido. 
- No puedo aceptarlo -dijo quedamente-. 
Solo quería hacerle un bien al 
perro. 
- Téngalo! Para mi lo que usted hizo 
vale mucho más que eso, le 
interesará un empleo? 
Venga a mi oficina mañana, me hace 
mucha falta una persona íntegra como 
usted.

Al volver a emprender Víctor la 
caminata por la avenida, aquel viejo 
himno que recordaba de su niñez volvió 
a sonarle en el alma, se 
titulaba: 
‘Parte el Pan de Vida’… 
‘NO OS CANSEIS DE DAR, PERO NO DEIS LAS 
SOBRAS, DAD HASTA SENTIRLO, HASTA QUE 
DUELA’. 
QUE EL SEÑOR NOS CONCEDA LA GRACIA DE 
TOMAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIRLO, AUNQUE 
DUELA. 
AHORA, SI LO DESEAS, COMPARTE ESTO CON 
LOS DEMAS, ‘EL PAN DE CRISTO’…..YO YA 
LO HICE. 
ESPERO QUE SIRVA DE ALGO EN TU VIDA… 
¡QUE DIOS LOS BENDIGA SIEMPRE…!!! 
Señor Jesús:’Te amo mucho, te necesito 
para siempre, estás en lo más 
profundo de mi corazón, bendice con tus 
néctares corporales, a mi 
familia, mi casa, mi hogar, mi empleo, 
mis finanzas, mis sueños, mis 
proyectos y a mis amigos’. 
No lo ignores estáte contento porque 
has pasado

EL PAN DE CRISTO

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