Cuando uno de los grandes kabbalistas estaba a punto de dejar este mundo, le entregó un regalo espiritual a cada uno de sus estudiantes, A uno le entregó su rectitud y a otro su sabiduría. Pero a un estudiante muy especial, el maestro le entregó el trabajo de “reparar el mundo”.
Luego de la muerte del maestro, su estudiante comenzó a viajar por Europa, hablando a cualquiera que lo escuchara. Hizo que su misión fuera despertar a las personas para que conocieran los errores de sus caminos y entregarles herramientas espirituales para conectar con el Creador. Luego de dos años de devoción y esfuerzos, comenzó a sentir un vacio y se preguntó si realmente estaba haciendo el trabajo que su maestro le había confiado. En respuesta a su interrogante, el maestro visitó al estudiante en un sueño y le dijo: “Has viajado muy lejos en tu intento de cambiar el mundo pero ¿qué tan lejos has viajado en tratar de cambiarte a ti mismo?”.
Es mucho más fácil para nosotros ver lo que está mal en otros que ver nuestras propias faltas, pero nuestro verdadero trabajo en este mundo comienza con nuestro proceso interno de transformación.
Esta fue la razón por la que escribí el libro El poder de cambiarlo todo; para despertarnos a la idea de que por más que queramos cambiar al mundo para mejorar nuestras vidas, la verdad es que necesitamos cambiar nosotros mismos para mejorar el mundo. Es una paradoja. Mientras más quieras cambiar al mundo, más tienes que cambiar tú mismo.
Nuestro trabajo diario es de transformación personal, encontrar nuestra negatividad y realizar cambios positivos para mejorar ambas: nuestras vidas y las vidas de los demás.
Todos nosotros tenemos el poder de cambiar al mundo y no tenemos que mirar más allá de nosotros mismos para comenzar a repararlo.
Todo lo mejor,
Yehuda
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