He mencionado sólo los ejemplos más importantes, aquellos que definen la promesa de felicidad más difundida en esas épocas. Pero se cuentan por millares los mensajes y creencias erróneas que se gestan en cada nueva cultura. Actualmente, con la emergencia de la Nueva Era, volvemos a comprobar cómo se pone en marcha -otra vez- el proceso de proyectar la verdadera trascendencia en toda clase de objetos, ideas y doctrinas.
El mensaje sigue siendo el mismo de hace siglos. Dios, el Silencio, el Vacío, la Totalidad, llámese como se quiera, sólo puede ser hallado en las profundidades de nuestra alma. La cultura se erige como un monumental esfuerzo por eludir la calavera, una masa inmensa de juguetes con los que nos evadimos de la incómoda conciencia de nuestra mortalidad. Tarde o temprano, sin embargo, el ser humano se da cuenta del error, y abandona el mundo exterior para centrar sus energías en lo único que es genuinamente humano, la conciencia de sí mismo.
Los errores más comunes de la Nueva Era se refieren, pues, a centrar de forma excesiva las energías en el exterior. Dietas extremas, prácticas ascéticas, activismo beligerante, fanatismo ecológico... En el menú de navegación puedes encontrar detalladas explicaciones para muchas de estas parcialidades que no hacen más que entorpecer el camino a la verdadera transformación interior. Buen viaje.
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