*Por Nauj
“¿Y si él te saluda día a día, te espera siempre contento y mueve su cola aún cuando lo rechazas con tu indiferencia, por qué no lo saludas de vuelta, le haces cariño o simplemente le sonríes? Créeme que se sentirá bien en tu interior, él no está contaminado como tú”. Las palabras del niño me dejaron perplejo, pensativo. No entendía cómo un pequeño de sólo seis años puede tener tanta sabiduría, tanta capacidad para ver desde la inocencia pura sensaciones que con el tiempo vamos perdiendo por completo. Subí al metro como todos los días, de malas ganas, apretado, mirando feo a quien me empujaba, sumándome a la máquina nuevamente para cumplir con las labores diarias. Llegué a mi trabajo, saludé ni feliz ni enojado, normal. Pasó el rato, odié un momento, me enojé con las tareas diarias, almorcé, miré el computador, observé lo que estaba haciendo, respiré profundo, cerré los ojos, tomé un trago de agua y volví a mirar: no podía sacar de mi mente las palabras del pequeño.
Entonces pensé: “¿Y si por un momento, sólo por un momento, nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestro estúpido egoísmo y diéramos, aunque sea por unos segundos, un poco de amor, sonrisas, buena onda, buena vibra o positivismo? Quizás bastaría tan sólo eso para ayudar a alguna persona, animal o cosa. Tan sólo una buena acción como darle una sopaipilla a un perro o sonreírle a un humano en la micro. ¿Será posible que con tan poco, con tan sólo un segundo, podamos cambiar un poco lo que nos rodea?
Existen personas que llueve, truene o relampaguee están ahí, impertérritas, tranquilas, siempre sonriendo, dando lo mejor de sí en cada momento. Existen héroes anónimos ayudando a animales o a personas, gente que da todo por los demás, lo que por supuesto entrega al mundo alegría y felicidad. Sin embargo, creo firmemente que no es necesario hacer mucho, convertirse en un mártir, para ayudar. Día a día nos entregamos al negativismo puro, a la suciedad espiritual, contaminados contribuimos a la polución y no nos importa ensuciar a los demás con nuestros enojos y malas actitudes. Empujar a una abuelita en el transporte público o tratar mal a alguien es pan de cada día, quedando demostrado que somos aún más tolerantes a esta basura.
Por esta razón, o tal vez por ningún motivo aparente, decidí ejercitar un poco la idea de inyectar alguna que otra sonrisa o alegría (o simplemente una pequeña ayuda) a alguna persona o animal, aunque sea por unos segundos. Personalmente sólo busco limpiarme un poco retribuyendo algo bueno y creo, ciertamente, que puede funcionar en nuestro interior y en nuestro entorno. Probemos un día contando un chiste, dando el asiento, sonriendo a caras largas, friccionemos un poco la realidad. Quizás, sólo quizás, a usted le puede funcionar.
La invitación queda hecha, visualice, vea y observe: mi perro, el cual mueve su cola de forma incondicional, creo quedó feliz con el abrazo que le di y, obviamente, el lengüetazo devuelta aún no lo limpio de mi cara. Quiero acordarme mañana en la mañana, cuando me vea al espejo, que sólo un momento al día basta para distribuir algo bueno entre todos.
Si le gusta comience con su propia campaña, invite a algún amigo o familiar a hacer lo mismo, dígale que basta un minuto al día. Todo empieza en su interior y esta no será la excepción.
Visualice. Si le funcionó, comente.
VÍA YO EVOLUCIONO
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