Creemos que los pensamientos son ideas, son imágenes y recuerdos. Y es así, ese es su contenido, pero hay más que eso.
Un pensamiento es un cúmulo de energía con identidad propia. Su contenido, al ser “digerido” por nuestro cerebro lo convierte en información perceptible. Pero, en su naturaleza, los pensamientos son energía.
Esto hace que nuestra mente no esté reducida a nuestra área de la cabeza. En realidad ¡todo nuestro cuerpo es la mente! Ya que esa energía está distribuida en todo el espacio de densidad que ocupamos. Una parte visible es nuestro cuerpo físico. Una parte no visible, nuestro cuerpo energético.
Y como somos energía, los pensamientos tienen movimiento y propulsión. Los generamos, pero no necesariamente nos pertenecen. Muchos de ellos los compartimos. Al conversar, por ejemplo, estamos intercambiando energía. Aun cuando no estamos visiblemente conectados, pero compartimos una emoción, esto crea el puente necesario para que esta energía también se comparta.
Así es que vivimos en un ambiente energético donde estamos lidiando con la energía, quizá, sin ni siquiera saberlo.
En el silencio, podemos estar más atentos a esto. Quizás estamos conversando, pero si nuestra mente se silenció, podemos sentir que estamos compartiendo una energía que no es compatible. No es mala, ni malo es el que la carga, sino que no es compatible con la nuestra. Y la incompatibilidad energética, si no estamos atentos, se paga cara. Se paga con cansancio físico e inestabilidad emocional.
El amor hace que la compartamos, pero el miedo es quien la mezcla.
Fuente: http://juliobevione.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario