por Hortensia Galvis
Parece como si la vida en este plano estuviera diseñada especialmente para que aprendamos a tener paciencia. La necesita nuestra madre, desde el momento en que queda embarazada, y debe esperar nueve meses para ver su fruto. Y nos es imprescindible cuando una enfermedad anuncia que estamos próximos a cruzar la frontera al otro mundo, y solo queda esperar a que el cuerpo termine con su proceso de agotar la vida. Durante el recorrido, entre el nacimiento y la muerte, nos esperan muchas experiencias y posibilidades, y, curiosamente cada situación, por separado, requiere de paciencia para alcanzar el éxito.
Nada que valga la pena en este plano lo encontramos hecho. El aprendizaje es lento, porque tenemos que conquistar cada centímetro de recorrido, con nuestros propios méritos. Y precisamente es, en medio de las dificultades, donde la paciencia puede hacer variar los resultados, inclinándolos a nuestro favor, o en contra nuestra. Nada más consideremos el tiempo que transcurre, desde que concebimos una idea, hasta que logramos materializarla…
En la vida diaria la paciencia tiene que ver con el factor tiempo. Pero el tiempo es variable, porque cada hombre posee un ritmo interno propio. Una de las claves, para conservar la calma y poder compartir sin generar conflictos dentro de cualquier tipo de relación, es aprender a aceptar y respetar el ritmo interno de quienes nos rodean. Si nos falta paciencia para esperar a que el otro complete sus procesos, lo más probable es que nos anticipemos a darle lo que aún no está listo para recibir, y contribuyamos a aumentar su angustia, en vez de procurarle ayuda, o apoyo, cuando lo necesita.
La paciencia es también el requerimiento básico, si se desea obtener buenos resultados en la educación de un niño. Si nos apresuramos a dar algo al hijo, o al alumno, antes de que él se lo haya ganado, lo que hacemos es fomentar en él las posibilidades de que más adelante se convierta en un corrupto.
Las ventajas de ser paciente saltan a la vista, especialmente si consideramos que impaciente es aquel que nunca llegará a materializar sus metas, que tendrá malas relaciones con quienes lo rodean, y que en los negocios perderá sus mejores oportunidades, por no saber esperar. Además su salud también estará comprometida, porque la impaciencia es la madre del estrés y la agresividad, las dos causas principales del envejecimiento prematuro y de problemas físicos muy serios.
Si tu meta en la vida es ser feliz, entonces hazte dos preguntas a ti mismo:
¿Eres conciente de cómo te sientes internamente cuando pierdes la paciencia?
¿Es posible para ti ser impaciente y conservar tu paz?
La paciencia es una condición interna que se esfuma en cuanto nos enfocamos en el transcurrir del tiempo, o cuando fijamos el pensamiento en razonar, juzgar, y condenar al otro. Cuando esto ocurre, el cuerpo desencadena una reacción automática de desasosiego y ansiedad. Si la misma actitud persiste, la inquietud se acumula, y se puede volver crónica; o la presión puede incrementarse hasta hacer explosión, trayendo consecuencias que después lamentaremos.
Es así, porque la paciencia no es una disciplina de autocontrol, sino un estado de conciencia. Paz-ciencia es la conexión interna que, cuando se activa, nos lleva a trascender el tiempo y nos eleva a una dimensión donde no se piensa, no se juzga y nos hacemos incondicionales. Cuando, por medio de prácticas de introversión y meditación, logramos descubrir ese refugio mágico, nada que ocurra exteriormente podrá ya afectarnos. Entonces habremos cambiado las preocupaciones normales del humano, por el regocijo permanente del espíritu, que se solaza en identificar la perfección que existe en cada instante.
Fuente: www.de2haz1.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario