Mi vida no es perfecta pero soy feliz.
Soy feliz desde que me levanto hasta que me acuesto.
Soy feliz en la alegría y en la tristeza, en el descanso y en el cansancio del día.
Soy feliz porque simplemente quiero serlo.
En mi caso soy feliz porque un día sufrí. Y porque me cansé de sufrir, soy feliz.
Alguna vez os he contado que soy una persona muy sensible, muy sentida, y a lo largo de mis 37 años de vida he pasado muchos momentos de los que no me arrepiento, porque también aquella fui yo con mis circunstancias del momento, pero que los siento como años perdidos y desaprovechados.
Tuve una crisis existencial donde la muerte me agobiaba, me planteaba el por qué de la existencia, el futuro incierto… Tuve una crisis física con una anorexia nerviosa y tuve hasta una depresión post parto tras el nacimiento de mi primer hijo (algún día hablaré de ella). Por eso sé que los dolores de la mente son peores que cualquier otro dolor físico. Porque te incapacitan para disfrutar de la vida, de lo que tienes. Lo malo en la vida no es el no tener algo que deseas, sino ser incapaz de disfrutar de lo poco o mucho que tengas.
Por eso ahora simplemente soy feliz porque soy la primera que cree que lo soy. Y para ello trabajé mucho: aprendí a quererme, aprendí a ser agradecida, aprendí a perdonar y ser tolerante, aprendí a ver lo mejor de cada persona, aprendí a rodearme de gente de la que aprender, de quien inspirarme…
Cada día lo primero que hago es agradecer lo feliz que me hace mi familia y creer que merecen ver lo mejor de mí. Utilizo algunos complementos que me sirven para recordar a lo largo del día que, aún con mis defectos, soy una mujer linda: una sonrisa, un color de labios, unas flores en la solapa…
No soy mujer de moda, no me gusta ir de tiendas, ni leer revistas al respecto, pero aprovecho lo que compro mucho, y lo reutilizo año tras año. Compro poco, pero lo que compro es atemporal, para que me sirva independientemente del momento. Me pongo guapa para mí. Si tú también me ves guapa, perfecto, pero no lo hago por ti, lo hago por mí. Porque si me viene un momento de bajón, me miro, y digo: ¡ay tonta, con lo bonita que eres…! Si me veo yo bien, no necesito a nadie que me lo diga.
Por ti, pequeña, decidí que la alegría es lo primero que quiero enseñarte cada día. Porque no podré enseñarte nada mejor que a saber ser una mujer feliz. No sé si será por mi actitud, o por tu condición, pero eres la que mejor sabes demostrar lo feliz que eres de haber nacido.
Por ti, hijo, decidí enseñarte que lo más importante en la vida es ser agradecido con cada momento que se nos brinda, y que toda la vergüenza y timidez se puede aprender a gestionar sin sufrir, y porque creo que con tus casi nueve años estás aprendiendo a quererte como eres y a reconocer que la gente te quiere así, te estoy inmensamente agradecida por tu aprendizaje y por lo que me enseñas a mí. De toda esta experiencia vital, es por lo que considero tan importante educar a mis hijos en sus emociones.
Y a ti, desconocida o conocida en la distancia, te diré que no pierdas ni un instante para agradecer lo que tienes, lo que has conseguido ser. Porque no deberías necesitar que esta desconocida que soy yo te diga lo linda que eres para darte cuenta de ello. Cuídate, deja que te cuidemos, pero no olvides que lo único que necesitas para ser feliz es creértelo tú misma. Es más que probable que ya lo seas, a veces solo hay que redescubrirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario