viernes, 29 de marzo de 2013

“El problema” casi nunca es el verdadero problema





Una clienta estaba tan preocupada por su aspecto, y especialmente por los dientes, que iba de un dentista a otro, y decía que lo único que conseguía era que cada vez se le viera peor. Cuando fue a hacerse arreglar la nariz, no se lo hicieron bien. Cada profesional reflejaba su propia convicción de que era fea.
El problema no estaba en su apariencia, sino en su convencimiento de que eso era un problema.
Otra mujer tenía un aliento muy desagradable; era incómodo estar cerca de ella. Estaba estudiando para ser predicadora, y por debajo de su porte espiritual y piadoso había una furiosa corriente de cólera y celos que estallaba ocasionalmente, cuando ella temía que alguien pudiera estar amenazando su posición.
Lo que interiormente sentía se expresaba en su aliento, ofensivo incluso cuando ella procuraba demostrar amor.
Nadie la amenazaba, a no ser ella misma.
Un día vino a verme un chico de quince años, acompañado de su madre; tenía la enfermedad de Hodgkin, y le concedían tres meses de vida. Comprensiblemente, la madre estaba histérica y era de trato difícil, pero el muchacho, despierto e inteligente, quería vivir. Se mostró dispuesto a hacer todo lo que le dije, incluso a cambiar su manera de pensar y de hablar. Sus padres, separados, estaban siempre discutiendo, y en realidad el joven no tenía una vida hogareña estable.
Deseaba desesperadamente ser actor. La persecución de la fama y la fortuna pesaba en él mucho más que su capacidad para el júbilo. Creía que solo podía ser aceptado y reconocido en su valor si se hacía famoso.
Le enseñé a amarse y aceptarse como era, empezó a ponerse bien y ahora, ya adulto, actúa con regularidad en Broadway.
A medida que aprendía a aceptar el gozo de ser quien era, le fueron ofreciendo diversos papeles.
En la infinitud de la vida, donde estoy
todo es perfecto, completo y entero.
La divinidad siempre me guía y me protege.
No corro peligro al mirar dentro de mí.
No corro peligro al evocar el pasado.
No corro peligro si amplío mi visión de la vida.
Soy mucho más que mi personalidad, pasada, presente,
o futura.
Opto ahora por elevarme por encima de mis problemas de
personalidad para reconocer la magnificencia de mi ser.
Estoy totalmente en disposición de aprender a amarme.
Todo está bien en mi mundo.
Louise L. Hay: “Usted puede sanar su vida”

No hay comentarios:

Publicar un comentario