jueves, 7 de marzo de 2013

“si rompes tus cadenas te liberas; pero, si cortas tus raíces, mueres”.





Cuentan que en un pueblo de alta montaña convivían dos hermanos que resultaron ser dos hábiles leñadores.  Siempre competían para saber cuál de los dos era el mejor: comparaban el tiempo que tardaba cada uno en talar un árbol de características similares al que ya había cortado el otro…  Y el que menos tardaba era reconocido como ganador.  Cansados de que el vencedor fuera variando constantemente –porque un día ganaba uno, pero al día siguiente ganaba el otro- optaron por hacer una prueba de mayor envergadura que le otorgara al ganador el título de campeón durante un año entero.  Seleccionaron 66 árboles -33 para cada uno de los hermano-, los marcaron con señales de color y acordaron que el que acabara antes de cortar todos los suyos sería el mejor leñador del pueblo.  Nadie se atrevió a añadirse a la apuesta porque todos sabían de la infinita superioridad de los hermanos.  Ambos se pusieron a talar como locos, su fuerza y destreza era admirada por el público que los contemplaba.  Poco a poco, el hermano menor comenzó a destacar sobre el mayor…  El benjamín llevaba 15 árboles cortados, mientras que el mayor sólo llevaba 6…  Horas más tarde, el menor ya llevaba talados 20, y su hermano sólo 7… A primera hora de la tarde el más joven de los dos había cortado treinta árboles y el mayor sólo 9…  Cuando se lo comunicaron, no entendió el motivo del retraso de su hermano y, preocupado, dejo de talar y fue a visitarle.  Lo encontró sudoroso, rojo, con las venas marcadas en sus sienes y cuello, dando feroces golpes con el hacha a un árbol que apenas se resentía… Tras observar durante cerca de un minuto, se acercó con cuidado y, tocando el hombro de su hermano (que no dejaba de atizarle al tronco) le dijo: “hermano, ¿has visto que tu hacha ya no tiene filo, que está destrozada? ¿No deberías parar un momento y afilarla?”.  ¿Puedes imaginar cuál fue la respuesta del hermano mayor? Exacto, su contestación fue la misma que a menudo empleamos muchos de nosotros y que me ha llevado a narrar esta historia“¡¡¡¡No, no puedo parar!!!! ¿No ves que no tengo tiempo? ¡Tú me vas ganando!”.  ¿Animal racional?  Ni hablar…  Pollos descabezados.
Por no parar, por ir a toda pastilla, somos capaces de desgraciarnos la vida.  Hay que detenerse de vez en cuando y plantearse qué es importante para nosotros y cuánto tiempo le dedicamos…  La respuesta suele ser estremecedora… Y exige cambios.  Como decía Stephen Covey, “First the first”…  Hay que poner primero lo que es importante, hay que jerarquizar, hay que priorizar y distribuir nuestro tiempo y esfuerzo en función de ese orden…  Sólo así conseguiremos añadir vida a nuestros días, y dejaremos de quemarlos en una rápida sucesión de actividad carente de sentido y alegría.
Y no olvides jamás que de las cosas realmente importantes no puedes prescindir porque, como decía Doria Cornea, “si rompes tus cadenas te liberas; pero, si cortas tus raíces, mueres”.
VÍA YO EVOLUCIONO

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