En una ocasión un hombre fue alcanzado por una flecha. No quería aceptar la ayuda de nadie. Le interesaba mucho más descubrir quién le había disparado, y como podía vengarse.
Se fue sumiendo cada vez más en pensamientos de odio, de rencor, y de ira, hasta que murió por consecuencia de la flecha.
Muchos de nosotros compartimos un destino parecido. Estamos heridos, tenemos clavadas flechas y hay un veneno que poco a poco nos va matando.
En lugar de actuar de forma inmediata y de extraer la flecha aunque nos suponga mucho dolor, huimos y construimos castillos de pensamientos, pensamientos que nos invaden ahogándonos.
¡Saca toda flecha envenenada!. Ejercita tu mente para que tenga pensamientos de compasión, de amor y de paz. Vive la compasión y dale a tu prójimo aquello que tú también desearías para ti.
Para que la luz pura pueda fluir a través de ti, el primer recipiente que debe ser purificado, eres tú, en todos los niveles de las posibilidades.
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