Dice Miguel Ruiz en el libro “Los cuatro acuerdos”:
“Tendemos a hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo que suponemos es cierto. Juraríamos que es real. Hacemos suposiciones sobre lo que los demás hacen o piensan -nos lo tomamos personalmente – y después, los culpamos y reaccionamos enviando veneno emocional con nuestras palabras. Este es el motivo por el cual siempre que hacemos suposiciones, nos buscamos problemas. Hacemos una suposición, comprendemos las cosas mal, nos lo tomamos personalmente y acabamos haciendo un gran drama de nada.”
Suponer y sacar conclusiones sobre lo que nos sucede o lo que las personas nos dicen es una capacidad de nuestra inteligencia que puede convertirse en nuestro peor enemigo: lejos de ayudarnos a comprender mejor la situación o a la persona, nos aleja de ello y nos hace construir “nuestra propia película” con la mente.
Una excelente forma de dejar de hacer suposiciones es escuchar, y para aquellos que no sabemos estarnos quietos, siempre uno puede hacer preguntas (con respeto y a ser posible preguntas abiertas), como se hace en el coaching, que no se da nada por hecho y así se practica la curiosidad.
No suponer nos permite vivir la realidad sin filtros, estar en el presente sin proyectar los prejuicios de nuestro pasado ni los miedos del futuro.
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