Hemos oído muchas veces que la vida es una escuela y que quién no aprende las lecciones que nos tiene preparadas, repite curso. Pero en realidad es un curso muy especial el que pasamos aquí. No es igual para todos, ni en él las materias son las mismas, aunque compartamos pupitre. Tampoco tiene idéntica dificultad lo que ahí se pide a cada alumno, ni los exámenes tienen nada que ver de uno a otro.
La vida es una escuela particular. Se trata de aprender, sin duda. De mejorar y de superar lo que hay en cada cual. Pero sobre todo consiste en asimilar que la asignatura más importante que nos queda pendiente, en el grado que sea, es la del amor.
Todo se reduce a amar y saber hacerlo. En realidad, todas las religiones, filosofías y formas de pensamiento que se dirijan a bucear el alma, terminan con una sola palabra como conclusión: AMOR.
Cada cual tenemos unas lecciones que aprender en el amor, en todas y cada una de sus formas y en cada grado en el que se presenta.
Del amor, su presencia, su ausencia, del vacío o de la plenitud es de lo que venimos a hablar en esta escuela terrenal. Porque en definitiva todo confluye en manifestaciones diversas de esta forma de relacionarnos con los demás.
Cuando llegamos aquí, traemos un grado de amor en el alma que deberíamos mejorar, ampliar, superar y desplegar. Posiblemente, ninguno de nosotros coincidamos en el bagaje de amor que conforma nuestro corazón. Por eso, no lo vivimos de la misma manera, ni lo gozamos o lo sufrimos igual.
Las personas que llegan a nuestra vida llegan con un examen de amor debajo del brazo para nosotros. Algunas veces pasamos la prueba, otras ni siquiera llegamos a escribir nada. Lo peor es que la vida insiste en los exámenes y nos hace repetir una y otra vez experiencias en las que seguimos fallándonos a nosotros mismos. Y aún somos capaces de sorprendernos no encontrando explicación al por qué nos suceden siempre desastres semejantes o para qué nos embarcamos en aventuras similares de las que más de una vez hemos salido maltrechos. Sí así es, no hay otra explicación nada más que el no haber aprendido a superar esa etapa, ese escalón más en nuestra evolución personal.
No hay otro modo de aprender más que ejercitándose en lo que fallamos. Por eso, una y otra vez la vida nos pondrá a prueba. A nadie le gustaría que su vida hubiese sido perdida a base de no querer presentarse a las convocatorias previstas.
Será mejor que vayamos aprendiendo con rapidez si no queremos repetir, al final, y quedarnos en el mismo punto.
Aceptar los errores, perdonar y perdonarnos y llevar el amor como bandera será la mejor forma de ir aprobando cada reto hecho y buscado exclusivamente para nosotros y a nuestra medida.
Todos los días podemos ensayar. Todos los días debemos hacerlo en la seguridad de que en realidad aprobaremos sobradamente y cada vez con mejor nota.VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
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