¿ Quién es? – pregunté con un hilo de voz.
No hubo respuesta.
Abrí la puerta… no sé porque lo hice, algo me impulsó a ello.
Era Soledad.
Siempre con la misma estampa: alta, delgada, con un atractivo del que no se podría deducir edad alguna, y con unos ojos negros, profundos, inexpresivos pero penetrantes. No dijo nada y la dejé entrar. La seguí como hipnotizado hasta el pequeño y oscuro salón, en el que se detuvo.
La rodeé y volví a ocupar mi lugar en la vieja mecedora... ahora veo ese momento y me río de mi mismo; ¿ por qué no le ofrecí asiento ? ¿ Por qué fui tan descortés con ella ? Eso lo ignoro, sólo sé que el estar yo sentado y ella de pié hacia el ambiente aún más incomodo. Y ahí estuvo, esperando, hasta que me decidí a hablar.
- Quería verte – dije – gracias por venir, no me atrevía a llamarte. He pensado mucho en ti todo este tiempo, - guardé silencio y después reí - ¿ sabes ? Es curioso, llevo encerrado tres días en este… refugio frio y horrible donde nada puede ser acogedor. Los tres días he pensado en ti… y ahora no sé qué decirte. Hace tres días que Ella se fue, y sé que no volverá… y todo por mi culpa. He sido un estúpido, ciego hasta el final. Ese final donde sus palabras se convirtieron en cuchillos y me atravesaron sin piedad, y ahora, sin una gota de sangre en el cuerpo… no sé qué decirte. En aquel momento cerré la puerta con llave, ensordecí a las forzadas palabras de amigos y familiares, y me hundí en mi tristeza, hasta que llegaste… y ahora no sé qué decirte. No entiendo nada, todo es injusto, no sirvo para nada… pero dime, ¿ de qué me sirve compadecerme ?... debo dar lástima. Hay una tormenta dentro de mí y sin embargo… sigo sin saber qué decirte…
Dejé de hablar y hundí la cara en el vano consuelo de mis manos. No quería pensar nada, no quería ser nadie, ni estar en ningún sitio.
Entonces levanté la mirada, y ella me sonreía… sentía como si me sonriese una piedra… y entonces habló.
- ¿ Seguro que me prefieres a mí antes que luchar por Ella ?
- … Si.
El resto ocurrió demasiado rápido. La puerta se abrió violentamente con un aire huracanado. Y entonces vi que allí había otra silueta, cuando mis ojos se adaptaron a la luz pude distinguir sus rasgos; era vieja, de rostro severo y largo pelo blanco que, lacio como una pluma, daba latigazos con el viento. Entonces la reconocí… era Olvido… y había venido para quedarse.
(Pikon, de un foro)
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