Steve Jobs
Cuando Juan tenía cuatro años, un día le pregunto a su padre que donde estaba su papá y, éste le contesto que había muerto. Mirando al techo del dormitorio, le contó que se había ido al cielo. Así, cada vez que venía alguien a casa y le contaba que su abuelito se había muerto le llevaba al dormitorio de sus padres y le señalaba el techo.
Entonces, su padre decidió explicarle que no se refería al techo de la habitación sino al cielo. A partir de aquí siempre que viajaba en avión, lo primero que hacía era bajar la ventanilla… ¡¡No me extraña, siguiendo su lógica, cualquiera se expone!!
Su obsesión por la muerte fue creciendo de tal forma que tenía pavor hasta de ir al colegio, donde un niño mayor le había amenazado con matarlo si le volvía a ver en “su” tobogán…
Muchas noches se despertaba en medio de una pesadilla e iba corriendo a la cama de sus padres increpándoles con miles de preguntas, ¿de donde venimos?, ¿por qué estamos aquí?, ¿a donde vamos cuando morimos?
La noche del séptimo cumpleaños de Juan, se levanto sobresaltado y se fue a la cama de su madre donde tuvieron una interesante conversación:
- Mamá, algún día tú moriras…
- Todos los días morimos de alguna manera, Juan. Hace tiempo yo era un bebé y ahora soy una mamá. Nunca volveré a ser bebé, como tal he muerto, mi cuerpo, mi voz, mis ideas de bebé… murieron dando paso a lo que pienso y soy hoy.
- Pero mamá, ¿Qué pasa cuando mueres?, ¿donde vas?
- A ningún sitio Juan. Tú hoy has cumplido siete años, así que podríamos decir que el Juan de seis años murió anoche y aquí sigues…
- ¿Y qué pasa con el cuerpo?
- El cuerpo está en constante cambio, hasta la última célula se regenera, podríamos decir que cada seis meses tenemos un cuerpo nuevo. Cuando no permitimos este cambio, el cuerpo enferma…
No hay comentarios:
Publicar un comentario