El debut profesional en un escenario es un momento crucial para cualquier bailarina, pero para Michaela DePrince marca además el fin de una transición extraordinaria desde su infancia como huérfana de guerra en Sierra Leona.
“Salí de un lugar terrible”, cuenta DePrince, “nunca imaginé que llegaría hasta aquí, mi sueño se hizo realidad”.
Michaela nació en Sierra Leona en 1995 y sus padres le pusieron el nombre de Mabinty. Pero ambos murieron durante la guerra civil (1991-2002) y la pequeña fue enviada a un orfanato, donde se convirtió en un número. “Nos llamaban del uno al 27″, recuerda, “el uno era el niño preferido del orfanato y el 27 el más menospreciado”.
DePrince era el 27, porque padece vitiligo, una condición que se manifiesta con falta de pigmentación en partes de la piel. Para las “tías” que dirigían el albergue de huérfanos, esto era una prueba de que un espíritu maligno vivía en el cuerpo de la niña, que en ese entonces tenía tres años.
Michaela aún recuerda la severa hostilidad de las mujeres.
Comentario:
Una historia cruda, dramática, emocionante… ¡verdadera! El mensaje que nos deja es que cuando damos la posibilidad a cualquier persona para perseguir un sueño, esto se convierte en el más exitoso de las realidades.
VÍA necesitodetodos.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario