sábado, 29 de diciembre de 2012

MIL RAZONES PARA NO QUERERTE, NINGUNA PARA DEJAR DE AMARTE...♥



Urawayra, una joven incaj, que habitaba en la ciudad secreta del viejo Perú, en Machupichu, andaba triste y perdida. No hacía mucho se había enamorado de una persona que no le correspondía. Pasaban los años y aún no lograba hallar la paz en su camino. Al principio fue un flechazo, luego vino el rechazo. Después, inevitablemente vino el duelo.

Tras dos largos años de desierto había tomado una determinación, esta vez sería diferente. ¡¡No iba a sufrir!! Y para sobrevivir había desarrollado unaestrategia: cargarse de razones por las cuáles NO DEBÍA estar enamorada de esa persona.

Y así, cada día, iba aumentando su lista de argumentos: no es honesta, no es elegante, no es confiable, no es sincera, etc… Cada nuevo argumento era una piedra más en el muro que construía entre sí misma y esa persona a quien no quería querer.

Un buen día, mientras paseaba por el monte, como cada tarde, vio unamariposa blanca. Aparentemente no tenía nada de especial. Pero al observarla y seguirla con su mirada una voz despertó de su letargo y desde su interiorescuchó:


“Hoy vi una mariposa blanca,
hoy te vi.

Cada vez que veo una mariposa blanca
me acuerdo de ti.

No importa la forma o el fulgor,
sus alas siempre me llevan a ti.

No importa el día o el momento,
su suavidad siempre me llena de ti.

No importa si estoy sola o acompañada,
su ternura siempre me sabe a ti.

Hoy vi una mariposa blanca,
hoy me vi en ti.”

Urawayra se detuvo ante aquella voz.
Miró a su alrededor y asustada.
en el bosque se refugió.

Allí comenzó a llorar.
De repente lo sintió claro.

El único muro que había construido estaba dentro de sí misma y separaba su mente de su corazón.

El corazón tiene motivos que la razón no entiende, y ¡con razón!, en cuestión de sentimientos no hay nada que entender. Su corazón había elegido y no había nada que su mente pudiera hacer. A quien ella no debía, y que tanto se empeñaba en no querer querer, ocupaba, hoy, el mismo lugar en su corazón que el primer día, ese día en que con sus ojos tropezó.

Urawayra seguía enamorada.
Y lloró y lloró.

Y cuando por fin se liberó, la misma voz despertó de su letargo y desde su interior escuchó:


“Cierro los ojos,
abrazo un árbol
y el bosque me habla de ti.

Beso su tronco,
me dejo acariciar
y el bosque entra en mi.

Desnudo mi alma,
entrego mi corazón
y el bosque ya está en mi.

Abro los ojos,
y en el bosque, tu y yo
ya no somos dos

Respiro en silencio,
y el bosque eres tú,
el bosque soy yo.

Fue entonces cuando despertó.

Urawayra se levantó y, con la determinación de quien renace, entendió que había un motivo para amar y no ser amada. Sí, ella creía que nada era por casualidad, que todo tiene un motivo e implica una experiencia para aprender.

Esto no podía ser diferente.
E indagó.
Y halló.

Estaba aprendiendo sobre la espera, la paciencia y la determinación. Estaba aprendiendo que no siempre todo ocurre cómo y cuando uno desea. Estaba aprendiendo a responsabilizarse de su pena y de su dolor, en silencio, en solitario, con dignidad.

Estaba aprendiendo de respeto, de espacios y de límites. Estaba aprendiendo caminando. Y caminando, unas veces a paso trémulo, otras a paso firme seguía aprendiendo. Suave como una mariposa blanca, sólida cómo los árboles de un bosque.

Y desde ese día, Urawayra creó su mantra, ese que pronunciaría cada mañana al despertar:


“No me negaré más.
Sí me gustas, sí te amo,
y no importa que no estás aquí para mí
porque yo sí estoy allí para ti.”

Con paso firme salió del bosque y retomó su camino, el camino de retorno a casa. Con paso firme, con voz alegre y con los colores del arco iris en su mirada.

Nunca más triste, nunca más perdida, gritaba al viento.
Siente lo que sientas, vive lo que vivas, compartía al aire.

No es la mente la que guía mis pasos, no es el resultado favorable el que marca mi empresa, ¡mientras mi corazón palpite por alguien es que es grande mi sueño y elevado mi destino!

Escribe un poema y tu vida se hará poesía…
Itziar Azkona

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