RELATO DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Estamos aquí reunidos para despedir los restos de un buen amigo: Sentido Común.
Sentido Común vivió una larga vida, y murió al inicio del nuevo milenio. Nadie supo realmente su edad, porque su certificado de nacimiento se perdió hace mucho tiempo por culpa de la burocracia. Sentido Común dedicó desinteresadamente su vida al servicio en las escuelas, hospitales, hogares, fábricas y oficinas, ayudando a la gente a hacer su trabajo sabiamente y sin fanfarrias.
Por décadas, reglas estúpidas y disposiciones sin sentido no lograron derrotarlo. Se lo recordará siempre por habernos enseñado cosas tan simples y útiles como protegernos de la lluvia para no mojarnos, que el que madruga aprovecha mejor su día, y que la vida no siempre es justa.
Vivió según reglas económicas básicas (no gastes mas de lo que ganas), estrategias de crianza confiables (los adultos son los que están a cargo, no los chicos) y sabiendo que ser el segundo en algo no es malo.
Pero su salud comenzó a fallar cuando fue infectado por el virus del individualismo.
Durante los últimos años su sola voluntad no alcanzó para contrarrestar los ataques de la política, la cultura y la sociedad en general. Miró con dolor como gente buena era subordinada a oportunistas y corruptos, como el gozar de derechos permitió vulnerarlos, como se puede agraviar amparado en la libertad de expresión.
Finalmente, Sentido Común perdió sus ganas de vivir cuando comprobó que la iglesia se transformó en un negocio televisivo, que los futbolistas sólo juegan por la plata y no por la pasión, y que los medios de comunicación sólo opinan, no informan.
Sentido Común fue precedido en la muerte por su padre y su madre, Verdad y Confianza; su esposa, Discreción, y sus hijas, Responsabilidad y Razón.
Lo sobreviven tres hermanastros: Derechos, Tolerancia y Queja
Estamos aquí reunidos para despedir los restos de un buen amigo: Sentido Común.
Sentido Común vivió una larga vida, y murió al inicio del nuevo milenio. Nadie supo realmente su edad, porque su certificado de nacimiento se perdió hace mucho tiempo por culpa de la burocracia. Sentido Común dedicó desinteresadamente su vida al servicio en las escuelas, hospitales, hogares, fábricas y oficinas, ayudando a la gente a hacer su trabajo sabiamente y sin fanfarrias.
Por décadas, reglas estúpidas y disposiciones sin sentido no lograron derrotarlo. Se lo recordará siempre por habernos enseñado cosas tan simples y útiles como protegernos de la lluvia para no mojarnos, que el que madruga aprovecha mejor su día, y que la vida no siempre es justa.
Vivió según reglas económicas básicas (no gastes mas de lo que ganas), estrategias de crianza confiables (los adultos son los que están a cargo, no los chicos) y sabiendo que ser el segundo en algo no es malo.
Pero su salud comenzó a fallar cuando fue infectado por el virus del individualismo.
Durante los últimos años su sola voluntad no alcanzó para contrarrestar los ataques de la política, la cultura y la sociedad en general. Miró con dolor como gente buena era subordinada a oportunistas y corruptos, como el gozar de derechos permitió vulnerarlos, como se puede agraviar amparado en la libertad de expresión.
Finalmente, Sentido Común perdió sus ganas de vivir cuando comprobó que la iglesia se transformó en un negocio televisivo, que los futbolistas sólo juegan por la plata y no por la pasión, y que los medios de comunicación sólo opinan, no informan.
Sentido Común fue precedido en la muerte por su padre y su madre, Verdad y Confianza; su esposa, Discreción, y sus hijas, Responsabilidad y Razón.
Lo sobreviven tres hermanastros: Derechos, Tolerancia y Queja
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