miércoles, 5 de septiembre de 2012

TRES EXPERIMENTOS QUE CAMBIAN TODO...GREGG BRADEN




Las investigaciones han demostrado, más allá de cualquier duda razonable, que la emoción humana tiene influencia directa en la forma en que nuestras células funcionan en nuestro cuerpo. Durante la década de los noventa, los científicos que trabajaban con el ejército de los Estados Unidos, investigaron si el poder de nuestros sentimientos seguía o no teniendo un efecto en las células vivas, específicamente el ADN, una vez que esas células dejaban de formar parte de nuestro cuerpo. En otras palabras, cuando se tomaban muestras de tejido, ¿seguía la emoción teniendo impacto positivo o negativo sobre ellas?

La sabiduría convencional asume que no. ¿Por qué deberíamos anticipar dicho descubrimiento? Refiérase de nuevo al experimento Michelson-Morley en 1887, los resultados en donde se creyó haber demostrado que no había nada "fuera" que conectara el mundo con todo lo demás. Siguiendo una línea tradicional de pensamiento, una vez que los tejidos, piel, órganos o huesos son retirados de una persona, cualquier conexión con esas partes del cuerpo no debería existir. Este experimento, sin embargo, nos demuestra que algo muy distinto está ocurriendo en realidad.

En un estudio descrito en 1993 en el periódico Advances, el ejército realizó experimentos para determinar precisamente si la conexión entre las emociones y el ADN perduraba después de una separación, y si así era, a qué distancia. Los investigadores comenzaron por recolectar una muestra de tejido y de ADN de la boca de un voluntario. Esta muestra fue aislada y llevada a otra habitación del mismo edificio, en donde comenzaron a investigar un fenómeno que la ciencia moderna dice que no debería existir. En una cámara especialmente diseñada, el ADN fue medido eléctricamente para ver si respondía a las emociones de la persona de la cual provenía: el donante que estaba en otra habitación como a cien metros de distancia.

En su habitación, el sujeto fue expuesto a una serie de imágenes de video. Diseñado para crear estados genuinos de emoción en su cuerpo, este material variaba entre documentales gráficos de guerras, imágenes eróticas y comedia. La idea era que el donante experimentara un espectro real de emociones en un breve periodo de tiempo.

Al hacerlo, en otra habitación, las repuestas de su ADN estaba siendo medidas.

Cuando el donante experimentó "picos" y "caídas" emocionales, sus células y el ADN demostraron una poderosa respuesta eléctrica exacto, en el mismo instante. A pesar de la distancia de más de cien metros que separaba al donante de las muestras, el ADN actuaba como si siguiera físicamente conectado a su cuerpo. La pregunta es: "¿por qué?"

Hay una nota al margen de este experimento que compartiré aquí. Durante los ataques del 11 de septiembre en el Pentágono y las Torres Gemelas, me encontraba en una gira literaria en Australia. Cuando regresé a Los Ángeles, me quedó claro de inmediato que estaba en un país distinto al que había dejado sólo diez días antes. Nadie viajaba, los aeropuertos y sus estacionamientos estaban vacíos. El mundo había cambiado tremendamente.

Tenía una conferencia programada en Los Ángeles poco después de mi regreso, y aunque parecía que muy pocas personas asistirían, los organizadores tomaron la decisión de seguir con el programa. Cuando comenzó la presentación, se hicieron realidad los temores de los productores: solamente un puñado de asistentes había llegado. Cuando los científicos y los autores comenzaron sus charlas, parecía que nos lo estuviéramos presentando los unos a los otros.

Acababa de terminar mi programa sobre la naturaleza interrelacionada de todas las cosas, así como el experimento del ejército que acabo de describir. Esa noche, durante la cena, otro presentador se acercó a mí, me agradeció por mi programa y me informó que había sido parte del estudio del cual yo había hablado. Para ser exacto, este hombre, el doctor Cleve Backster, había diseñado el experimento para el ejército como parte de un proyecto en curso. Su innovadora labor sobre la forma en que la intención humana afecta las plantas lo había llevado a los experimentos militares. Lo que el doctor Backster me dijo a continuación es la razón por la cual comparto ahora esta historia.

El ejército suspendió sus experimentos con el donante y su ADN mientras estuvieron en el mismo edifico, separados solamente por cientos de metros. Después de estos estudios iniciales, el doctor Backster describió cómo él y su equipo continuaron con sus investigaciones a distancias todavía mayores. En un punto, una distancia de 560 kilómetros separaba al donante de sus células.

Además, el tiempo entre la experiencia del donante y la respuesta de la célula fue calibrado con un reloj atómico localizado en Colorado. En cada experimento, el intervalo medido entre la emoción y la respuesta de la célula era cero: el efecto fue simultáneo. Los resultados eran iguales estuvieran las células en la misma habitación o separadas por cientos de kilómetros. Cuando el donante tuvo una experiencia emocional, el ADN reaccionó como si siguiera conectado con el cuerpo del donante de alguna manera.

Aunque esto al principio suena un poco espeluznante, considere lo siguiente: si existe un campo cuántico que enlaza todas las cosas, entonces todas las cosas deben estar y permanecer conectadas. Como lo dice de forma tan elocuente el doctor Jeffrey Thompson, colega de Cleve Backster, desde este punto de vista: "En realidad, no hay un lugar en donde el cuerpo termina y no hay lugar en donde comienza."

Resumen del segundo experimento: Las implicaciones de este experimento son vastas, y para algunos, sorprendentes. Si no podemos separar a las personas de las partes de sus cuerpos, ¿significa que cuando un órgano vivo es transplantado con éxito en otro ser humano, los dos individuos siguen conectados mutuamente de alguna manera?

En un día típico, la mayor parte de nosotros entra en contacto con docenas, y a veces cientos, de personas, y con frecuencia este contacto es físico. Cada vez que tocamos a otra persona, aun si es solamente estrechando su mano, un rastro del ADN del individuo permanece con nosotros en la forma de células de piel que él o ella han dejado tras de sí. Al mismo tiempo, un poco del nuestro se queda con la otra persona. ¿Significa esto que seguimos conectados con todas las personas que tocamos siempre y cuando siga vivo el ADN de las células que compartimos? Y si así es, ¿qué tan profunda es esa conexión con ellos? La respuesta a estas preguntas es afirmativa, parece que la conexión sí existe. No obstante, la calidad de la conexión parece estar determinada en cuanto a qué tan conscientes estemos de su existencia.

Todas estas posibilidades ilustran la magnitud de lo que este experimento nos está demostrando. Al mismo tiempo, sientan las bases para algo todavía más profundo. Si el donante está experimentando emociones en su propio cuerpo y el ADN está respondiendo a estas emociones, entonces algo debe estar viajando entre ellos que permite que la emoción del uno le llegue al otro, ¿no es cierto?

Quizá... o quizá no. Este experimento puede estar simplemente demostrándonos algo más: una poderosa, pero sencilla idea, que puede ser pasada por alto con facilidad: Quizá las emociones del donante no tienen que viajar en lo absoluto. Podría ser que no sea necesario que la energía viaje desde el donante hasta un lugar distante con el fin de que tenga efecto. Puede ser que las emociones de la persona ya estén en el ADN, y para el caso, en todas partes, desde el instante mismo en que fueron creadas. Menciono esto aquí para plantar la semilla de una fascinante posibilidad que exploraremos con toda la consideración que merece en el Capítulo 3.

A final de cuentas, la razón por la cual he decidido compartir este experimento es sencillamente la siguiente: para que el ADN y el donante tengan cualquier conexión en lo absoluto, debe haber algo que los enlace. El experimento sugiere cuatro cosas:

1. Existe una forma de energía previamente desconocida entre los tejidos vivos.

2. Las células y el ADN se comunican a lo largo de este campo de energía.

3. La emoción humana tiene una influencia directa sobre el ADN vivo.

4. La distancia parece no tener consecuencias respecto a este efecto.



Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.

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