Me confieso seguidor de lo que la tecnología nos ofrece. No tengo todo lo que aparece en el mercado porque es sencillamente imposible e innecesario. Más innecesario que imposible. Pero aún cuando siento que estamos en una era que solo estaba en sueños cuando era niño, donde podemos vernos en las pantallas de los teléfonos y conectarnos desde el medio de las montañas, también creo que como seres humanos hemos evolucionado más lento que la tecnología.
Entre las noticias que recibo en mi teléfono, a todo color y con pantalla retina, hay cada vez mas titulares de los crímenes que parecen fueran de la época de piedra, donde un hombre mataba a otro indiscriminadamente, así porque si. Me entero de los políticos dirigiendo países al estilo imperial y las economías a punto de quiebre como si viviéramos en un mundo sin recursos.
Y me doy cuenta que no puede ser la tecnología lo que defina nuestro avance, sino la capacidad como seres humanos de ser mas humanos y, quizás, menos definidos por la tecnología.
Estoy seguro que si los jóvenes suicidas tuvieran más amigos reales, tendrían también menos lugar en sus pensamientos para el miedo. Quizás los seres humanos podríamos levantar la mirada de las pantallitas para darle un vistazo a quienes nos rodean. Para conectarnos. Conectarnos de verdad.
Al mundo le está faltando amor. Confío plenamente en que cuando una persona puede sentirse amada, se caen las ambiciones desmedidas y la violencia.
Por eso, esto no intenta ser más que una invitación para que pongamos en orden nuestras prioridades. Si queremos un mundo mejor, empecemos por abrir el corazón y cerrar, al menos un ratito, nuestra tableta.
http://juliobevione.com
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