Julio Bevione
Todos tenemos imaginación. Hay quienes son más imaginativos que otros, pero la diferencia no está en la capacidad de hacerlo, sino en la capacidad de crear lo que imaginamos. En definitiva, no se destaca en el mundo el que mejor imagina, sino el que puede manifestar en su realidad aquello que se ha imaginado. Si no, será un simple soñador, de gran creatividad mental, pero nada más que eso.
El verdadero poder de la imaginación, entonces, está en poder usarla como herramienta para crear, transformar, diseñar nuestra vida de manera extraordinaria. Pensarla para crearla.
Pero en ese proceso, la imaginación no se reduce a lo que podemos imaginar, sino también lo que podemos sentir con eso que pensamos. De hecho, el combustible que hace que la energía comience a moverse hasta crear la experiencia como la imaginamos, no es tanto el pensamiento como la emoción. El pensamiento es el automóvil, pero el combustible es la emoción. Y sin combustible, no hay auto que arranque.
Cada vez que tengamos un nuevo pensamiento, agreguémosle toda la pasión que traiga. Quizás sea necesario que cerremos los ojos para sentirnos que efectivamente estamos caminando ese lugar, hablando con esas personas, viviendo en ese momento, aun cuando racionalmente entendamos que no estamos allí parados. Pero si logramos vivirlo con ese nivel de certeza, las emociones saltarán para ponerle más sabores a esa escena. Y la suma de esos pensamientos y la potencia de esas emociones, no demorarán en atraer las circunstancias, las personas y los recursos para pasar del sueño a la realidad.
Imaginarlo para sentirlo, sentirlo para vivirlo. Y vivirlo, para disfrutarlo.
Fuente: http://juliobevione.com
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