“Vaya, he vuelto a meter la pata”, recuerdo que pensé mientras retrocedía unos metros alertada por los gestos de unos viandantes. Con más mímica y buena voluntad que palabras, logré entender que debía volver con la señora en cuyo cuenco había echado unas monedas hacía pocos minutos.
Sorprendida, pregunté qué era lo que pasaba: tenía que subirme a la pequeña báscula que la anciana tenía junto a ella. Debía pesarme….porque así el intercambio estaba completado. En su cultura, era indigno aceptar algo sin ofrecer una contrapartida. La situación se repitió en otras ocasiones y me pareció admirable esa mentalidad de equilibrio en el dar y el recibir. Nadie es tan pobre que no pueda ofrecer nada a cambio de lo que recibe.
Somos hij@s de nuestra cultura, de mentalidades modeladas durante siglos que operan en nuestra mente de forma muchas veces inconsciente. Quizás es por eso que nos cuesta tanto pagar dinero por todo aquello que entendemos forma parte del ámbito espiritual, que nos ayuda en el proceso de crecimiento personal o alimenta nuestra alma.
Nuestro insconsciente colectivo está formado por imágenes en las que el espíritu se asocia a personas que sufrieron persecuciones, martirios o sufrimientos en todas sus formas. En general,las grandes religiones establecieron un divorcio entre cuerpo (pura materia) y espíritu o alma.La buena noticia es que es sólo una programación mental fruto de una cultura, luego podemos cambiarla.
Porque ¿cuánto tiempo vas a poder vivir en nuestro mundo despreciando la materia? ¿Y cómo vas a poder vivir sin alma?
La fabulosa revolución mental que supuso el avance de la física cuántica en la mitad del siglo pasado nos repite una y otra vez que materia y conciencia van indisolublemente unidas, la separación es ilusoria, la conciencia influye en cómo la onda (la probabilidad) se colapsa en una forma material u otra. Conciencia y materia son Uno solo. El sitio donde se operan los milagros está en nuestro interior, en nuestra conciencia.
Y, sin embargo, el divorcio persiste en nuestra mente cada vez que criticamos por pagar dinero a conferenciantes, terapeutas, artículos o talleres de crecimiento personal. “….lucrarse con la conciencia”. El dinero, los billetes, son un símbolo de nuestra energía: podemos cambiar su nombre o su forma, pero es importante mantener la idea del intercambio, del equilibrio. Cada vez que gastamos nuestro dinero de una forma u otra, estamos creando en ese mismo momento un tipo de sociedad, porque el dinero mismo es intercambio de energía entre las personas. Co-Creamos un mundo según a qué o a quién pagamos.
Quizás nuestro rechazo es a ser responsables, a elegir. Porque nuestra sociedad sí que está llena de insituciones, empresas y personas que se lucran con nuestra falta de conciencia, eso sí lo hemos asumido con facilidad, lo criticamos como un defecto básico de diseño en el ser humano mientras seguimos esperando que personas que nos muestran nuestro propio potencial de crecimiento, que alimentan nuestro espíritu vivan del aire….que se sacrifiquen.
Y en ello está implícita nuestra propia valoración del crecimiento personal. Puedes elegir hacer una actividad o no, pagar a alguien o no, pero pretender obtener conciencia, o sabiduría, o desarrollo espiritual de otra persona a cambio de nada es perpetuar la imagen de los sabios martirizados. Es creer implícitamente que el dinero es sucio y malo, sólo apto para seres sin conciencia. Y así, día a día, desde una pretendida posición ética, seguimos alimentando un paradigma obsoleto que nos destruye.
Podemos cambiar el sistema y, como siempre, pedimos que primero cambien otros. Pero el viaje comienza con un paso: elijamos bien qué energía alimentamos, utilicemos nuestra conciencia para discernir lo que nos libera de lo que nos encadena, demos alma a nuestro dinero.
Un espíritu sin materia es un fantasma, un cuerpo sin alma es un zombi. De cada uno de nosotr@s depende unir espíritu y materia de la mejor manera posible, nuestro mundo está ya demasiado lleno de zombis…
No hay comentarios:
Publicar un comentario