Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir. Robert Louis Stevenson.
Una mañana, cuando Carlos se dirigía al trabajo en su coche, fue golpeado levemente en el parachoques por otro automóvil como el suyo. Ambos vehículos se detuvieron, y el muchacho que conducía el otro coche bajó para ver los daños. Se le veía preocupado. Reconoció que la culpa había sido suya. Además, su coche era nuevo; hacía menos de dos días que su padre lo había comprado. Le daba pánico tener que contarle lo ocurrido. Aunque Carlos se mostró comprensivo, de todos modos, tenían que intercambiar los datos referentes a las licencias del automóvil y el número de matrícula de los vehículos.
El muchacho abrió la guantera para sacar los documentos, que estaban guardados en un sobre. Junto al primero de ellos, encontró una nota de puño y letra de su padre, que decía:
-”Hijo, en caso de accidente, recuerda que a quien quiero es a ti, no al coche”.
Adaptación de Paul Harvey.
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