“Quien confunde el conocimiento con la inteligencia, ni tiene conocimiento ni es inteligente”.
Se dice que un grupo de autodenominados “intelectuales” se puso a condenar a Ford tildándolo de “ignorante”. Decían que el en realidad no sabía mucho.
Entonces Ford los invitó a su oficina y los desafió a que le hiciesen cualquier clase de preguntas a las que él contestaría. Fue así como este panel, conformado por los industriales más poderosos de los Estados Unidos, comenzó a interrogarlo. Ford los escuchaba tomando nota y una vez concluida la inquisitoria, se limito a levantar varios teléfonos de su escritorio -no existían computadoras sino una batería de aparatos de distintos colores que comunicaban directamente con las más importantes dependencias- e hizo concurrir a sus más brillantes asesores, a quienes ordenó que le dieran a los panelistas las respuestas solicitadas.
Finalizó informándoles que el prefería contratar gente inteligente que hubiera ido a la escuela y de esta manera obtener cualquier respuesta calificada, así tener su mente despejada para realizar tareas más importantes.
Tareas tales como “pensar”. “Pensar-decía Ford- es la más difícil de las tareas. Por eso hay tan poca gente que se ocupa de ello”Tomado del libro: “El cangrejo que olvidó echar reversa”.Luis Armando Zarruk.
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