Si estás enfadado, compartirás tu enfado; si eres ambicioso, compartirás tu ambición; si eres lujurioso, compartirás tu lujuria. Sólo puedes compartir lo que tienes, no puedes compartir lo que no tienes. Este es un principio fundamental que no hay que olvidar; de manera que el primer paso es la meditación, y el segundo, la compasión.
Primero ayúdate a ti mismo. Yo os enseño a ser absolutamente egoístas porque, según he podido concluir por mi experiencia, si eres realmente egoísta, del verdadero egoísmo surge el altruismo; sólo puede surgir de esto. Es la única manera. Una persona realmente egoísta es aquella que trata de ser dichosa en todo momento, de estar en paz. No le interesa nada, ni la pobreza en el mundo, ni la gente enferma, ni los ancianos, ni todo lo demás; sólo le interesa una cosa, su interés se focaliza en un objetivo. Y se adentra en su interior como una flecha para descubrir ese punto inmutable donde la vida atraviesa un cambio radical.
Cuando alcanzas ese punto, el resto es sencillo: la compasión, el servicio a los demás, ayudar. Ahora tienes la posibilidad de ayudarles. Y será una alegría poder compartirlo. No te sentirás orgulloso por estar ayudando a nadie, no te sentirás mejor persona que los demás, simplemente estarás celebrándolo. Tu compasión impedirá que reaparezca el ego. Ese ego ya no está, ha muerto. Murió con tu meditación y ahora ya no puede regresar. Y un hombre que no tiene ego puede ser de gran ayuda. Por otro lado, todas las personas humanitarias, los misioneros y las personas que están al servicio de la humanidad son dañinas. Son los que más daño han hecho al mundo. ¡Ten cuidado! ".
Osho, Vivir peligrosamente en tiempos extraordinarios
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