Cinco cazadores hambrientos partieron a cazar un ganso. Uno era ciego, el otro cojo, el tercero sordo, el cuarto estaba desnudo y el quinto tenía una carabina sin cañones ni gatillo. Entre arbustos que no habían crecido, buscaban un ave que aún no había nacido…
Marcharon y marcharon, por montes, valles y desiertos, atravesando cimas y abismos. Cuando miraron hacia atrás para ver el camino recorrido, se dieron cuenta de que sólo habían avanzado diez centímetros… El sordo dijo: «¡Atención, oigo el aletear de un pájaro!». El ciego se puso una mano en visera y dijo: «¡Veo venir un ganso!». El que tenía una carabina sin cañones ni gatillo disparó y mató al pájaro. El cojo lo fue a buscar. El desnudo guardó el cadáver en uno de sus bolsillos. Al borde de un lago sin agua ni orillas, comenzaron a fabricar una fogata con ramas de los arbustos que no habían aún brotado.
Pusieron al ave en una olla sin fondo y comenzaron a cocerla en un agua que no era húmeda sobre un fuego que no alumbraba. Pero el ganso estiró el cuello y no se dejó cocer: Miraba al cielo nada más y dejaba pasar los días. Cuando se lo quisieron comer vieron que tenía la carne más dura que sus huesos. A pesar de todo, lo devoraron, pero eso no les llenó el vientre. Los cinco cazadores no sonrieron ni tuvieron placer.
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Alejandro Jodorowsky: En Turquía, los viejos maestros, bajo el pretexto de hacerlos reír, les cuentan a los niños esta historia. Sin embargo, no lo hacen sólo para entretenerlos superficialmente sino también para adiestrar sus mentes infantiles a enfrentarse con una realidad, permanente impermanencia, que no es por entero racional. Las ideas estereotipadas son barreras que impiden alcanzar la verdad.
VÍA PLANO SIN FIN
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