El ser humano tiene una sed de absoluto, es cierto, pero no es menos cierto que él mismo se autolimita constantemente, construyendo muros y frenando su propio desarrollo.
Somos seres complejos: por una parte tenemos la intuición de que siempre podemos ir un paso más allá pero, por otro lado, no es raro que confundamos nuestro punto de vista (esto es, la visión que podemos tener desde la situación o circunstancia en que nos encontramos) con la realidad. Y, en lugar de adecuarnos a lo que es, de abrirnos a su grandeza y majestuosidad, tratamos de someter la realidad a nuestra limitada percepción… Somos únicos, realmente únicos… Y así nos va.
Creamos un marco y sólo aceptamos la parte de la realidad que queda dentro de él, descartando el resto. Y, cuando vemos que el cuadro no nos gusta, nos quejamos del paisaje que muestra… Cuando somos nosotros sus artífices. Pero no disponemos en la paleta de más colores que los que hay en el cuadro, porque ya hemos olvidado que el lienzo supera con mucho al marco.
Esta semana ya he citado a Francis Bacon dos veces, y dicen que no hay dos sin tres, así que ahí va otra de sus sentencias a tener muy en cuenta:
“Son malos descubridores los que piensan que no existe tierra cuando sólo pueden ver mar”
¿Cuántas veces nos hemos cerrado nosotros mismos las puertas a un futuro mejor por pensar que no hay más que lo que está ante nuestros ojos? Claro que otro mundo es posible, pero –como nos recuerda Einstein- no desde el mismo nivel de conciencia que ha dado lugar a éste.
¿Queremos soluciones y cambios? Pues dejemos de hacer siempre lo mismo, abramos el zoom, ampliemos el marco, abracemos lo desconocido, acojamos otros puntos de vista y descubramos, a través de ellos, atisbos de una realidad que hasta ahora habíamos pasado por alto.
Tal vez allí se encuentren las respuestas que tan insistentemente andamos buscando. ¿No merece la pena intentarlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario