-Come de esta manzana –insistió la serpiente– pues necesitas estar más hermosa para tu hombre.
-No, no lo necesito. Él solo me tiene a mí: no hay ninguna otra mujer por aquí.
La serpiente se rió:
-Ya lo creo que hay una.
Y como Eva no creía en sus palabras, la serpiente la condujo hasta un pozo.
-Ella está dentro de esta caverna: Adán la escondió ahí.
Eva se asomó y vio, reflejada en el agua, una linda mujer. Y en el acto, sin titubear, comió la manzana que le ofrecía la serpiente.
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