Nada más expirar en la cruz, el Hijo de Dios se dirigió directamente al infierno para salvar a los pecadores.
El demonio se entristeció muchísimo.
-Me he quedado sin función en este universo –dijo Satanás–. A partir de ahora, todos los marginales, los que transgredieron los preceptos, cometieron adulterio o infringieron las leyes religiosas, ¡todos serán perdonados y podrán ir directamente al paraíso!
Jesús lo miró y sonrió:
-No te lamentes. Aquí vendrán todos los que, creyéndose muy virtuosos, condenan sin cesar a los que no siguen mi palabra.
Espera unos pocos siglos y ya verás cómo el infierno acaba mucho más lleno que antes.
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