Para tener éxito es más importante saber relacionarse que ser inteligente.Dice Marilyn vos Savant, que se encuentra en Libro Guinness de los Récords con el cociente intelectual más elevado del mundo.
No hace mucho, Marilyn vos Savant tuvo que sufrir las no siempre agradables consecuencias de ser una mujer famosa. Aunque lleva ya muchos años atendiendo esporádicamente las demandas de los medios de comunicación, todavía no ha terminado de acostumbrarse a las salidas de tono de algunos de sus fans. Uno de ellos le preguntó en un debate televisado en Estados Unidos: “¿Cuándo se va a acabar el mundo?”. Marilyn dudó unos segundos antes de reconocer que no tenía la menor idea. El airado interpelador expresó entonces, micrófono en mano, sus dudas de que Marilyn fuese de verdad la persona más inteligente de la Tierra. “Cualquiera que haya ido a la escuela –dijo– sabe que el mundo se acabará cuando regrese Jesucristo.”
A pesar de lo que pueda pensar aquel ex seguidor de Vos Savant, poseer el cociente intelectual más alto jamás registrado en la historia no significa ser capaz de adivinar el futuro. Más bien al contrario: Marilyn es una persona poco dotada para la intuición. Vive con su marido, Robert Jarvik, el creador del corazón artificial Jarvik 7, en su apartamento de Nueva York, donde no hay niños, mascotas, vecinos pesados ni visitas inesperadas. Apenas ven la televisión, nunca escuchan la radio y sólo leen la revista científica Scientific American. De vez en cuando, Vos Savant hojea las primeras páginas del New York Times, pero se aburre pronto. Lleva años sin leer una novela. Una mujer así, aislada del desordenado mundo exterior, no sólo es incapaz de predecir el futuro, sino que apenas llega a saber qué día es hoy.
Claro que, hasta no hace mucho, Vos Savant era incluso más celosa de sí misma. Durante veinte años la joven prodigio vivió ocultando al mundo su inteligencia superior. Por las mañanas atendía la tienda de ultramarinos de sus padres en Saint Louis y por las noches leía y escribía. Su privilegiado cerebro estaba aún por descubrir. “De vez en cuando –dice– me atrevía a escribir algún artículo para los periódicos locales, pero siempre los firmaba con seudónimo. No quería malgastar mi nombre en un trabajo que me parecía imperfecto. Todavía no había llegado el momento de darme a conocer.”
Durante su infancia y juventud, Marilyn siempre soñó con ser escritora. La primera vez que le hicieron un test de inteligencia tenía siete años. “No demostré nada especial –comenta–. Sólo obtuve un cociente de 127, igual que algunos compañeros de clase.” Tres años después volvió a medir su intelecto y superó el valor 167. A los diez años ya era todo un genio, como si su apellido –que quiere decir sabio en francés– la hubiera marcado para siempre.
Marilyn, sin embargo, no lo tuvo fácil. De pequeña debió aprender por sí misma. Vivía en un pequeño apartamento encima del comercio de sus padres donde no había libros ni revistas. Creció en un ambiente de independencia absoluta. “Mi padre se avergonzaba de sus lagunas intelectuales y dejó que yo aprendiera por mi cuenta.”
Así, la joven Vos Savant aprendió más de la vida que de los libros. A los 16 años se casó con un joven universitario. A los 19 ya tenía dos hijos y un par de ex maridos. Tuvo que trabajar duro para mantener a sus pequeños hasta que pudo enviarlos a la universidad. Aun así, le sobró tiempo para estudiar algunos cursos de filosofía, “aunque mis padres –recuerda– querían que aprendiera algo más útil”.
La vida de Marilyn cambió radicalmente cuando fue anunciado públicamente por primera vez su cociente intelectual: 228, es decir, 88 puntos por encima del nivel estimado para los genios: “A partir de entonces empecé a ser la persona más inteligente del planeta”. Fue su pasaporte hacia la industria del cerebro. Empezó a dar conferencias, escribir algunos artículos en la prensa estadounidense y asistir a programas de televisión. “De repente –comenta– la gente comenzó a interesarse por mis gustos, mis ideas y mi vida privada.”
En realidad, Marilyn sigue pareciendo una modesta universitaria. Según ella misma asegura, su cerebro no es una máquina perfecta: carece de memoria fotográfica, no es habilidosa con las estadísticas ni sabe hacer gigantescas operaciones matemáticas. “Mis mejores armas son el análisis objetivo, la toma de decisiones y la solución de problemas.”
En 1987, Marilyn se casó con Robert Jarvik, otro apasionado del intelecto. Desde entonces, la pareja ha vivido apartada del mundanal ruido, deleitándose con sus visitas a los museos neoyorquinos y escuchando ópera mientras cenan algún plato de encargo. “Ninguno de los dos cocinamos –confiesa Vos Savant– . Y lo hacemos por el bien de la humanidad: no queremos matar a nadie con nuestros menús.”
Su matrimonio con Jarvik le ha dado a Marilyn aún más popularidad. Ahora, ella es consciente de que la inteligencia es un arma poderosa, pero también de que no basta con quedarse en casa pensando o escribiendo. “Para tener éxito –resume– es más importante saber relacionarse que ser inteligente.” Por eso, desde hace unos años, a la pareja se le suele ver en algunas fiestas, en actos sociales y en conferencias al alimón. La mayoría de ellas versa sobre cómo solucionar los problemas de la vida.
En cualquier caso, su pasatiempo favorito consiste simplemente en pensar. Muchas veces pasan las horas muertas discutiendo sobre la realidad y el conocimiento. “La objetividad –concluye Vos Savant– no es más que el proceso de entender la realidad.”
También el arte ocupa un lugar importante en su vida. Se conoce los pasillos de los museos de Nueva York como los de su propia casa y confiesa que no le gusta Picasso.
Cuando se le pregunta sobre sí misma, Marilyn se sigue ruborizando como aquella jovencita de Saint Louis. Dice que se ve más como un director de orquesta que como un violinista. “Sé un poco de todo, pero no soy especialista en nada”. Incluso llega a asegurar que su cerebro no le ha ayudado en la vida “¡aunque tampoco me ha hecho ningún mal!”.
En cualquier caso, su inteligencia le ha servido para ganarse últimamente bastante bien la vida. Todas las mañanas se dedica a escribir sus artículos y a contestar a los lectores de su consultorio en la revista Parade con frases como ésta:
- ¿Debe una mujer ocultar alguna vez su inteligencia?
- Tanto la mujer como el hombre deben ocultar su inteligencia sólo ante los enemigos.
VÍA UNA VIDA LÚCIDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario