Fernando Méndez
Un programa de Televisión presentó un programa que mostraba cómo hacen las águilas para atrapar peces en los lagos. Vuelan muy alto sobre el lago, y su visión es tan aguda que localizan con facilidad al pez que quieren pescar. Al verlo, doblan las alas hacia atrás y se lanzan directamente hacia él a gran velocidad. Al llegar al agua, extienden las alas, abren las garras, asen al pez y vuelven a la playa.
En ese programa, mostraron una película que presentaba un hecho poco común. Un águila se sumergió apara atrapar al pez; pero, el pez era muy grande. Al comenzar a levantar el vuelo, el águila hacía un esfuerzo muy grande. El pez era pesado y ella no lograba soportar su peso.
Dándose cuenta de que no podía con su presa, trató de soltar al pez. Pero sus garras habían penetrado tan hondo en sus carnes que no podía sacarlas. Luchó mucho, pero no tuvo éxito. Comenzó a caer al lago, ahogándose, porque no pudo librarse de la caza que había atrapado.
Reflexion:
La vida corre tan aprisa, o al menos eso percibimos en la mayor parte del tiempo, que nuestras acciones no las realizamos con cabal conciencia y en otras más sobrevaloramos nuestras capacidades al ejecutar alguna misión personal o laboral, que terminamos ahogándonos en nuestros descuidos, desaciertos e ignorancia. Hay tantas oportunidades que pasan frente a nosotros que anhelamos abarcar la mayor parte de ellas; impulsados, por un lado, por un férreo deseo de superación y en mayor dimensión movidos por la ambición; por ese desenfrenado deseo de poseer, de obtener a la brevedad el confort que el dinero y las posesiones materiales otorga, con el mínimo de esfuerzo. Y esa obsesión es la principal detonante que nos lleva a sobrevalorar la dimensión de nuestras acciones para un fin determinado. Hay un refrán que versa: ¨Aquel que no arriesga no gana¨, es cierto, en alguna medida, cuando se nos presenta un proyecto importante el ser osados, agresivos y determinantes en la toma de decisiones.
El ser ambicioso no necesariamente tiende a ser perjudicial, es deseo de trascender, deseo de superación, desear lograr cada vez mayores alturas, mejores metas y mayor crecimiento, pero siempre y cuando sea con conocimiento, preparación y con absoluto control del tipo de acciones que afrontaremos con sus beneficios, sus inevitables riesgos y consecuencias; sin tampoco tocar el otro extremo, que por temor a fracasar o errar, nos retraigamos o le demos la espalda a las oportunidades, y a la vida misma. Cuál es el precio?, no lo sabemos, sólo obedecemos a nuestros impulsos y deseos. Cuántas veces no nos hemos ilusionado por un nuevo proyecto que se suscita de repente, eso en principio hace que nuestra mente comience a trabajar aceleradamente sin medir el verdadero impacto de nuestras emociones. Todo, desde un nuevo proyecto que nos arroje jugosos dividendos, una nueva oportunidad de trabajo, una mejor posición, un ascenso laboral, una nueva relación, una nueva amistad, hasta ¡una nueva vida! La tentación del poder es grande, todo ser humano necesita sentirse productivo, necesita sentirse activo, necesita sentirse vivo, necesita sentir que su vida tiene sentido, necesita sentirse aceptado y valorado, necesita sentirse amado!.
Y por esa multiplicidad de necesidades nos volcamos de emoción cuando se nos presenta una pequeña luz, deslumbrándonos y perdiendo en ocasiones el control. Es allí donde comienzan nuestros problemas. Cuando al dejarnos llevar por las emociones hacemos a un lado lo esencial: la buena planeación, los detalles, los imponderables, el sano juicio, el razonar y premeditar a tiempo cualquier circunstancia que ponga en peligro, tanto la estabilidad emocional como económica, y no menos importante nuestra autoestima. Y cuando estamos ya totalmente decididos, nos arrojamos a la caza de nuestra ilusión, y sólo hasta que ya lo experimentamos en carne propia, es cuando nuestra ambición desenfrenada nos da como resultado desagradables sorpresas; finalmente todo lo justificamos, sea bueno o malo, si es para beneficio propio o colectivo, está justificada nuestra acción; todo lo dejamos al juicio de nuestra conciencia, a veces en el camino pasaremos sobre alguien, o romperemos alguna regla o ley, incluso aún por sobre nuestra propia ética y moral.
Valdrá la pena ese tipo de riesgos, cuando ya va de por medio el rompimiento a alguna regla cualesquiera que ésta sea? Hasta donde se encuentra el límite de nuestra libertad de pensamiento o acción, para aventurarnos a tomar un riesgo en la vida? Tanto queremos abarcar que nos aferramos a cosas que pueden ser muy peligrosas, sólo tomamos conciencia de ello cuando ya ésta sobre nosotros toda la pesada carga emocional y moral. El arrepentimiento llega cuando ya es demasiado tarde, cuando ya perdimos nuestra estabilidad material, familiar, el empleo, a la pareja, a una entrañable amistad!; la ilusión nos juega malas experiencias, aparentemente al principio obtuvimos un beneficio pero a qué precio? Sobre todo cuando nuestra acción fue deshonesta ¡por el afán de poder! Y este tipo de acciones puede transformarse en un hábito peligroso que tarde o temprano nos lleve al precipicio.
Finalmente nuestras acciones serán sometidas primordialmente por el juicio de nuestra conciencia, independientemente de las reglas y leyes que nos rigen en nuestra sociedad. Porque a toda acción hay una reacción. De nuestra decisión depende qué tipo de reacciones deseamos que la vida nos responda por nuestras acciones; para después no sorprendernos, porque nos ahogan los problemas y nos sepultan las pesadas cargas de conciencia. La Ambición de superación es actuar con humildad, honestidad y conocimiento pleno de nuestras capacidades, prepararnos para ser mejores cada día, para alcanzar mejores posibilidades de realización, para aspirar a sentirnos libres de angustias, incertidumbres, culpas y remordimientos. Para sentirnos libres de todo tipo de ataduras mentales y emocionales, para transitar en la vida con una conciencia tranquila y equilibrada. La vida adquiere sentido cuando asumimos el compromiso de potencializar y evolucionar nuestras capacidades humanas, ¡para aspirar experimentar la plenitud!
Fuente: http://reflexionesfer.blogspot.com
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