sábado, 11 de mayo de 2013

ENCUENTRO CON ESFINGE...CUENTO...♥




Solange Rodríguez Pappe
“El lugar de las apariciones”
-          Disculpe…
-          Sí, dígame –era bajita. No pude pasar de sus ojos enormes, se llevaban toda la atención. Me hubiera gustado recordar más detalles pero sólo retengo la flama de sus ojos dorados distinguiéndose de entre el gentío de las seis de la tarde.
-          Perdone que lo moleste, sucede que soy una esfinge y debo plantearle un enigma.
-          ¿Una qué? Menos mal, supuse que iba a hacerme una encuesta o algo peor.
-          Una esfinge.
-          ¿Cómo esa que mató a Edipo? Demostré interés por sostener esa conversación (ya había perdido el metro de todos modos). Ese es uno de los problemas de andar con el tiempo medido.
-          ¡Sabía que no me había equivocado con usted! –parecía contenta-. Hay personas a las que tengo que explicarle todo desde el principio y es tan cansado…Entonces ya sabe el método. Yo le hago una pregunta, usted se equivoca y después me lo como.
-          Pero, ¿me va a comer aquí delante de todo el mundo? ¡Sería imposible!
-          ¡Para nada! Nunca se dan cuenta, creen que es amor.
-          Pero, pensé que ustedes estaban muertas –las personas nos empujaban el uno contra el otro, ella me tomó del antebrazo para no perderme entre el mar de uniformes y corbatas.
-          Bueno…la ignorancia de su especie es nuestra ventaja, claro, tampoco es que quedamos muchas. ¿Está listo?
-          Sí…supongo.
Cerró los ojos.
-          ¿Cuánto dinero se necesita para comprar la tranquilidad?
-          El dinero no compra la tranquilidad –lo dije sin meditarlo.
-          Ah…
-          ¿Qué le pasa?
-          Es la respuesta correcta.
-          No estuvo difícil, lo leí en un libro de autoayuda. ¿Quiere intentarlo otra vez?
Negó con la cabeza, sus ojos se pusieron húmedos. Sentí  lástima; después sacudió el cabello con un estudiado gesto de orgullo felino.
-          Bueno, no comeré hoy. A veces pasa, siempre nos recomiendan no tratar con gente lista, pero yo creo que tienen mejor sabor.
-          Lo siento.
Ya se iba. La tomé del hombro, aquello se había acabado demasiado pronto por mi culpa.
-          Ten –le extendí veinte dólares-, seguro que con esto consigues algo de comer
Subí al metro masticando dudas. Apretado por el remordimiento y por los otros cuerpos,  me pregunté si de pedirme solamente dinero habría sido yo tan generoso o si ella me habría dejado marchar por simpatía. Ni siquiera quería considerar el hecho de que no era una esfinge, porque lo que era claro es que el dinero no compra la tranquilidad: ni la suya…peor la mía.
Trascrito con la autorización de la autora.

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