He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:
--Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
--Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:
--Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.
Era
el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se
habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la
ocasión. Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba
explicando al cliente:
--No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
--Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
--¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
--Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.
Y entonces el cliente dijo:
--Bueno, me quedo con los dos.
No
hay trampa que no pueda superarse, ni mentira que quede oculta por
mucho tiempo, ni falta de compromiso que no se haga evidente pronto.
Ser
honestos con nuestra realidad, ser sinceros con lo que sentimos, ser
claros en lo que transmitimos…duela, moleste, estorbe, difiera o
discrepe con nuestro entorno.
Poner límites, atrevernos a decir NO y estar en paz con nosotros mismos.
¡Qué poder mayor podemos sentir!
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