La comitiva pasó por la calle; soldados fuertemente armados llevaban a un condenado a la horca.
“Este hombre no tenía arreglo”, comentó un discípulo a Nasrudin. “Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo a levantarse de nuevo en la vida y no hizo nada importante”.
“Quizás él no sirva para nada, pero puede estar ahora caminando hacia la horca por tu causa”, respondió el maestro. “Es posible que haya utilizado la limosna para comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido; y entonces tus manos estarán también ensangrentadas, porque en vez de ayudarlo con amor y cariño preferiste darle una limosna y librarte de tu obligación”.
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