Cada uno de nosotros ha entregado de forma maestra las partes de nosotros mismos que sentíamos era necesario entregar en el momento para nuestra supervivencia física o emocional. Al hacerlo, es fácil vernos como "menos que" y quedar atrapados en nuestras creencias sobre lo que queda. Para algunas personas, el canje ocurre sin darnos cuenta sin darnos cuenta de lo ocurrido; para otras personas, es una decisión consciente.
Una tarde, mientras trabajaba en la misma corporación de defensa con mi amigo ingeniero, una invitación inesperada llegó a mi escritorio. Era una presentación informal para la Casa Blanca y los oficiales militares del sistema de armamento recién desarrollado llamado:
Iniciativa Estratégica de Defensa (SDI por sus siglas en inglés), popularmente llamado "Guerra de las galaxias." Durante la recepción, después del evento, tuve la oportunidad de escuchar una conversación entre uno de los oficiales militares de alto rango y un director general de nuestra compañía.
La pregunta que hizo el director estaba relacionada con el costo personal en el que el otro hombre había incurrido en su posición de poder. "¿Qué sacrificios ha tenido que hacer para llegar donde está hoy en día?" le preguntó. El oficial describió cómo había escalado los rangos militares y del Pentágono hasta una posición de autoridad en una enorme corporación multinacional. Yo escuchaba al hombre responder con un candor y una honestidad poco usuales.
"Para llegar donde estoy," comenzó, "tuve que entregarme al sistema. Cada vez que avancé en el rango perdí una parte de mí mismo en mi vida. Un día me di cuenta que estaba en la cima y miré mi vida en retrospectiva. Lo que descubrí es que había dado tanto de mí que no quedaba nada. Las corporaciones y el ejército son mis dueños. Dejé ir las cosas que más amaba: mi esposa, mis hijos, mis amigos y mi salud. Cambié esas cosas por poder, riqueza y control."
Quedé sorprendido ante su honestidad. A pesar de que este hombre había admitido que se había perdido en el proceso, estaba consciente de lo que había hecho. Estaba triste, pero para él era un precio que había valido la pena pagar por su posición de poder. Aunque probablemente, no por las mismas razones, cada uno de nosotros ha podido hacer cosas similares en el transcurso de su vida. Sin embargo, para muchos de nosotros, la meta es menos cuestión de poder y más de supervivencia.
Cuando se encuentre con alguien en su vida que active un sentimiento de familiaridad lo invito a que se sumerja en el momento. Algo raro y precioso está ocurriendo en ambos:
acaba de encontrar a alguien que guarda las piezas que usted está buscando: a menudo es una experiencia mutua, ¡y la otra persona se siente atraída hacia usted por la misma razón!
Usando su poder de discernimiento, si siente que es apropiado, inicie una conversación.
Comience por decir algo, cualquier cosa, para mantener el contacto visual. Mientras habla, hágase mentalmente esta sencilla pregunta: ¿Qué veo en esta persona que he perdido en mí, que he entregado o que me han quitado?
Casi de inmediato le llegará una respuesta a su mente. Puede ser tan simple como un sentimiento de comprensión, o tan claro como una voz en su interior que usted reconoce y que ha estado con usted desde su infancia. Las respuestas son a menudo palabras sencillas o frases cortas, y su cuerpo sabe lo que es significativo para usted. Quizá sencillamente perciba en esa persona una belleza que siente le hace falta en su interior en ese momento.
Puede ser la inocencia de esa persona en la vida, la gracia con la que camina por el pasillo del supermercado, o su confianza mientras realiza sus labores, o simplemente el brillo de su vitalidad.
Su encuentro sólo necesita durar unos segundos, quizá unos minutos máximo. Esos breves instantes son su oportunidad de sentir la alegría y la euforia del momento. Usted ha encontrado una parte suya en otra persona, algo que usted ya tiene, así como el sentimiento de que se despierte ese algo.
Para aquellos de nosotros que nos atrevemos a reconocer el sentido de familiaridad en dichos encuentros momentáneos, el espejo de la pérdida es probablemente algo con que nos encontramos cada día. Encontramos la plenitud en nuestros seres cuando los demás nos reflejan nuestra verdadera naturaleza. Colectivamente, estamos buscando nuestra lenitud, y como individuos creamos las situaciones que nos llevan a encontrarla. Desde los miembros del clero hasta los maestros, personas mayores y jóvenes, padres e hijos, todos somos catalizadores de sentimientos.
En esos sentimientos, encontramos las cosas que anhelamos para nosotros, las cosas que siguen con nosotros, pero que están escondidas tras las máscaras de lo que creemos que somos. Es natural y es humano.
Comprender lo que nuestros sentimientos hacia los demás nos están diciendo, en realidad, puede convertirse en una poderosa herramienta para descubrir nuestro mayor poder.
Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.
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