Tres jóvenes vecinos, Salvatore, Julio y Antonino vivían y jugaban en Cremonia, Italia, a mediados del siglo XVII.
Salvatore tenía una voz hermosa y Julio lo acompañaba tocando el violín, mientras tocaban en la plazas o llevaban serenatas a las prometidas de los novios ocasionales que recurrían de sus servicios. Aunque a Antonino le encantaba la música, su voz chirriante hacía que la gente se burlara de él.No obstante, Antonio no carecía de talento. Su posesión más valiosa era una navaja de bolsillo con la que hacía una preciosas tallas en trozos de madera.
Un día de fiesta, los tres amigos salieron para la plaza de la catedral.
Mientras caminaban Antonino reflexionaba respecto a su incapacidad para cantar. Eso hacía llorar su corazón, porque amaba la música tanto como los otros.
Una vez en la plaza, Julio tomó el violín en tanto que Salvatore cantaba con su potente voz de cantor. La gente se detenía a escucharlos, y la mayoría dejaba una o dos monedas para los andrajosos muchachos. Un anciano salió de la multitud, los felicitó y puso una brillante moneda en la mano de Salvatore. El muchacho abrió la mano y exclamó:
- ¡Miren! es una moneda de oro. Los tres muchachos estaban entusiasmados y se pasaban la moneda entre sí.
- Pero ese anciano muy bien puede permitirse dar limosnas de esa monta -dijo Julio- es el gran Amati.
-¿Y quién es Amati?, ¿Y por qué es grande? -pregunto tímidamente Antonino-.
- Amati es el gran “hacedor de música” -respondió Salvatore-, él fabrica los mejores violines de Italia, y vive en nuestra ciudad!.
Su corazón empezó a latir fuertemente y una idea cruzó por su mente. A la mañana siguiente, el joven salió de casa llevando consigo su preciosas navaja y algunas cosas que con ella había hecho: un bello pájaro, un cofre, una flauta, varias estatuillas y un exquisito barco de madera.
Tocó a la puerta del gran maestro y le dijo:
- Traje estas cosas para que usted las vea, señor -mientras mostraba el producto de sus manos- ¿seré digno de ser su aprendiz?
El maestro Amati, con cuidado, recogió y examinó cada pieza, deteniéndose en la exquisitez de los detalles del pequeño barco, e invitó a Antonino a seguir a su casa.
- ¿Y por qué quieres hacer violines? -inquirió el anciano artista-.
- Porque amo la música, peor no puedo cantar, pues mi voz suena como una bisagra que rechina. Ayer usted dió una moneda a mis amigos, en la plaza de la Catedral. Yo también quiero hacer que la música tome vida -concluyó Antonino-.
En muy poco tiempo se convirtió en discípulo del gran artista.. Después de muchos años no había secreto en la fabricación de un violín, de sus setenta diferentes parte que él no conociera.
Cuando cumplió 22 años de edad, su maestro le permitió poner su propio nombre en un violín que había fabricado. Durante su vida Antonino fabricó más de mil cien de ellos, tratando de hacer cada uno mejor y mas bello que el anterior.
Cualquier persona que posea un violín fabricado por Antonino STRADIVARIUS es dueña de un TESORO, de una obra maestra…
Siempre somos portadores de tesoros, lo importante es descubrirlos y perseverar para hacerlos realidad.
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