Solemos hablar de los compulsivos o adictos sexuales, también de quienes tienen poca o baja libido; incluso, sabemos que hay personas asexuados; pero poco nos ocupamos de quienes padecen de anorexia sexual. El compulsivo o adicto al sexo vive pendiente de sus deseos e impulsos permanentes, quien tiene disminución de libido casi no tiene interés y el asexuado ni siquiera piensa en sexo. En cambio, quien sufre de anorexia sexual vive obsesionado con alejar el sexo de sus vidas. No suele ser sencillo de identificar a quienes pueden padecer de este trastorno o “adicción”. Por lo pronto, es importante no confundir anorexia con falta de o poco deseo sexual. Así como el anoréxico deja lentamente de ingerir alimentos, el “anoréxico sexual” repite el mismo mecanismo: comienzan a rechazar toda posibilidad o expresión sexual e inicia una escala de autodestrucción, por demás preocupante.
El anoréxico sexual suelen tener una percepción distorsionada de su cuerpo, rechazan su figura así como las funciones o expresiones de su anatomía. Tiene pánico a sentir placer y llegan a ser capaces de cualquier cosa con tal de alejar a quien se les acerque con, según su interpretación, alguna intención afectuosa o de índole sexual.
Creen haber sido lastimados, rechazados, dañados o abusados. Como defensa de ese ataque, real o imaginario, anulan cualquier posibilidad de expresión sexual. No intiman con otros ni consigo mismos. Son capaces, incluso, de lastimarse. Pacientes de este tipo suelen formar parte de familias poco afectuosas, con cuadros de adicción o conductas destructivas. Pueden, además o por contraposición, haber recibido una educación extremadamente rígida, controlada y de fácil influencia respecto a la moralidad sexual. Siempre insistimos con la importancia de hablar de sexo en familia con naturalidad, responsabilidad y compromiso. Recibir como herencia una mirada negativa del sexo suele ser pasaporte directo a estos u otros trastornos sexuales menores.
Cómo darse cuenta
En su libro “Anorexia sexual: cómo vencer el odio a la propia sexualidad”, Patrick Carnes presenta una guía de preguntas para reconocer qué relación podemos llegar a tener con la anorexia sexual. Propone señalar si alguno de estos síntomas está o estuvieron presentes en algún momento de la vida:
Pavor al placer sexual.
Miedo consistente al contacto sexual.
Vigilancia obsesiva a cuestiones sexuales.
Evasión de algo relacionado con lo sexual.
Preocupación de que otras personas sean sexuales.
Distorsiones sobre la apariencia del propio cuerpo.
Aversión extrema a las funciones corporales.
Dudas obsesivas sobre la normalidad sexual.
Juicios y actitudes rígidas acerca de la conducta sexual.
Miedo y preocupación excesiva hacia enfermedades de transmisión sexual.
Interés o inquietud obsesivos alrededor de supuestas intenciones sexuales de otros.
Vergüenza y aversión relacionadas a la experiencia sexual.
Desesperación relacionada al funcionamiento sexual.
Evasión de la intimidad debido a miedos sexuales.
Conducta autodestructiva que limite, pare o evite lo sexual.
Si se identificó con cinco o más puntos, podría estar padeciendo una privación o anorexia sexual que puede ser tratada o corregida con ayuda profesional.
Como siempre, el tema no termina en responder un test. Ante la mínima duda debemos consultar con un médico clínico, sexólogo, psicólogo, psiquiatra o cualquier otro profesional de la salud calificado.
Tratamiento y recuperación
Así como quienes dejan de comer y ponen en riesgo su vida, hay quienes se obsesionan de tal manera con el sexo que son capaces de cualquier cosa con tal de alejarlo de sus vidas.
El proceso de recuperación del anoréxico suele ser tarea compleja, pero no imposible. La persona necesita dejar de rechazarse a sí misma y comenzar a aceptar su cuerpo y, luego, integrar la vida sexual al resto de los aspectos vitales.
Como sigue un patrón acorde a cualquier otra adicción, en muchos casos el tratamiento suele apoyarse en torno a los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. En definitiva, es clave el acompañamiento de alguien que sirva como guía o referente así como el apoyo incondicional de quienes hayan padecido el mismo trastorno.
Entre otras cuestiones se busca que el paciente:
Cambie de foco; que deje de obsesionarse con su costado sexual y el de los demás y reconocer que la vida también implica otros aspectos;
Comience a aceptar y tomar contacto con su cuerpo;
Que perdone o se reconcilie con sus agresores (reales o imaginarios);
Que empiece a aproximarse a los otros; se integre y se permita el contacto más allá de lo sexual (caminar de la mano, abrazos, caricias, etc.).
Juan Yesnik
Revista OhLala!
VÍA REFLEXIONES DIARIAS
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