En el principio el agua cubría la tierra. La vida comenzaba a crear diferentes formas de vida, todo surgía del agua, pequeños animales acuáticos aptos para la supervivencia, pequeños insectos de vuelo corto poblaban la profundidad y la superficie del agua que era dulce, ya que todavía no se había salinizado. La materia se estaba formando y la dimensión lemuriana se estaba desvaneciendo, la realidad material se estaba imponiendo. Una nueva belleza estaba naciendo del agua, estaba emergiendo la tierra, que en su fértil tierra había guardado por milenios las semillas de una vegetación exuberante.
En vista de la emergencia, de que la magia se iba perdiendo y los seres humanos habían olvidando quienes eran, los maestros lémurianos decidieron enviar algunos mensajeros para que les recordaran a los humanos que existía esa otra dimensión etérica, de creación instantánea, de luz, de pensamiento amoroso y luminoso. Unos de esos mensajeros fueron las Ballenas y los Delfines, pero la leyenda cuenta la historia de uno mucho más pequeño, un ser mágico: la libélula.
Para nacer de una dimensión a otra, los maestros le prepararon un pequeño pozo en la fuente de Likia, una gran fuente de agua iridiscente igual a sus alas. Durante unos 300 millones de años terrestres, vivió en forma de Ninfa, para aprender a sobrevivir en el agua y poder emerger a la superficie para poder volar. Durante el sueño del agua le fue entregada su misión y su medicina para los humanos. La dotaron de tres cualidades una acuática, una terrestre y una aérea.
Cuando salió a la superficie las dimensiones habían cambiado y se encontró volando en la corriente de un gran río, en la antigua tierra de Khem, la tierra fértil, la del gran río Nilo, conocido en todos los confines de la tierra como la arteria mas poderosa de Gaia. Volando sobre el Nilo se dio cuenta que sus alas desplegaban colores iridiscentes, vio como se parecían al reflejo del cielo en el agua, sintió la ligereza, practicó el vuelo, siendo sus alas tan eficientes que las podía mover en muchas direcciones, a gran velocidad, en línea recta, hacer ángulos extremos con gran facilidad, recordando así su origen.
Otras iguales a ella habían emergido a las vez, sintió el deseo de volar en el aire juntaban sus colas y hacían espirales sobre el agua, cerca de los juncos, en una poza del río, haciendo piruetas increíbles, yendo hacia delante, en sentido contrario, dibujando ADNs, bajando hasta casi rozar el agua, subiendo hacia el cielo, siempre unidas, en el éxtasis eterno de la plenitud. Repetían muchas veces estos juegos aéreos hasta que comprendieron que estaban allí para sembrar en la Madre Tierra una nueva especie, surgiendo así la red biológica de las libélulas.
La libélula del Nilo dejaba sus huevos fecundados en la cercanía de los juncos, protegidos de las corrientes, cerca de un grupo de lotos. Allí iban creciendo, engordando, hasta que el peso los catapulta hacia el fondo cenagoso, para vivir un nuevo paso, ahora como ninfas. Por mucho tiempo vive la ninfa bajo el agua, en los pequeños recodos de las rocas, en lo profundo, en la oscuridad del fango, aprendiendo la maestría de la supervivencia, de las emociones, allí se hace carnívora, se alimentan de otros seres vivos, algo nuevo para ella, que necesita hacerlo para sobrevivir, para eliminar los depredadores.
Llegado a un punto, en que ya ha comido suficiente, necesita salir del agua, su cuerpo ha crecido tanto que siente que le ajusta demasiado y decide subirse a un loto cerrado. Al salir siente por primera vez que puede respirar en el medio sutil del aire. Comienza a salir por una apertura de su viejo cuerpo, comprobando que ha crecido mucho, tímidamente observa que puede desplegar sus alas multicolores, y sobre el loto se desprende del traje de ninfa, dejando atrás la oscuridad carnívora del fango, para convertirse en ese ser alado de otras dimensiones.
Las Libélulas traen su medicina para ayudar a los humanos a salir de la ilusión de lo material y a conectar con la verdadera vida. Ellas vienen de esa dimensión Lemuriana, todavía presente en la tierra, con sus alas de colores iridiscentes, a mostrarnos aquello que está oculto dentro de los hombres y nos hace actuar con miedo, desconfianza, con conductas compulsivas y adictivas inconscientes. Nos acompañan para ir a buscar, en las aguas profundas y oscuras de la emoción, lo que pasa realmente, anunciándonos la madurar nos aporta la salida de la oscuridad a la luz, mostrándonos el vuelo ligero que nos da la madurez. Ellas nos quitan el velo, para que escuchemos el mensaje del Universo que nos dice: “Llegó la hora de dar un paso adelante y dejar de echarle la culpa a lo externo, de saber que todo viene de adentro, de tomar responsabilidad de lo que pasa en tu vida para cambiarlo, para convertirse en el Ser de Luz que siempre has sido”.
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