–¿Puede un sueño sanar una afección física?
Susana no suele trabajar sus sueños en el taller de Martina. Prefiere aprender de los sueños de los demás. Quizá aún no es tiempo de develar su mundo interno, ni siquiera ante ella misma. Sin embargo, ese dolor en sus muñecas no se le pasa con nada. Ningún doctor la ha aliviado, ningún tratamiento ni medicamento. Quizá sea tiempo de intentar algo nuevo.
–A mí un sueño me alivió de mis jaquecas –comenta Martina, con una sonrisa.
–Bueno, pero para eso es más fácil tomarse una pastilla y ya –comenta Alberto,
divertido.
–Es lo mismo que pensaba yo –aclara Martina. –El problema con eso es que cada vez tomaba más pastillas para el mismo dolor y medicamentos cada vez más fuertes. Déjenme que les cuente. Resulta que cuando comenzaron estas migrañas fui a ver a un neurólogo, quien me hizo exámenes de todo tipo y, como no encontró nada, resolvió que lo mío era estrés, por lo que me recetó ansiolíticos. Me relajaron un poco, pero no aliviaron mis jaquecas, así es que los dejé.
‹‹Intenté con la homeopatía y con otros tratamientos alternativos, pero nada me aliviaba. Hasta que descubrí medicamentos que contenían ergotamina. Éstos me producían un alivio inmediato. El problema es que comencé a hacerme adicta a ellos, no podía no tener esos remedios en mi cartera, porque prácticamente día por medio despertaba con jaqueca.
‹‹Hasta que un día simplemente me pregunté, enojada, ¿cómo puede ser que no exista un modo de sanar este trastorno tan invalidante? E hice lo que debí hacer desde hacía tanto, ¡si yo sé trabajar con mis sueños! Le pregunté a un sueño. ¡Finalmente!
–¿Y cómo fue ese sueño? ¿Qué fue lo que te dijeron? –pregunta Susana, ansiosa.
–Se los cuento. En él me encuentro al interior de una tienda de aspecto muy antiguo, de techo alto y grandes anaqueles de madera repletos de medicamentos naturales, hierbas y otros similares. Detrás del mostrador hay un hombre joven de origen chino, pero con ropa moderna. Me mira a los ojos y me dice “la ergotamina es un veneno para tu cuerpo, toma ginseng”. Y acto seguido, me desperté.
–Wow! ¿Y eso fue todo? ¿Qué hiciste? ¿Alguien te había hablado del ginseng?
–Bueno, si me lo dijo un sueño, ya saben… Especialmente en este tipo de sueños intencionados, yo confío plenamente. Piensen en el mensaje: la sabiduría china, milenaria, pero con un mensaje actualizado, si miro la edad y la vestimenta del hombre.
‹‹Así es que esa mañana me levanté y me fui derechito a una farmacia. La verdad es que yo del ginseng no sabía nada y precisamente por eso confié, pues no era algo que se me podía haber ocurrido a mí porque conociera sus propiedades. Para nada. También piensen que me asusté mucho cuando el chino de mi sueño me dice que la ergotamina es veneno para mi cuerpo, así es que tiré esos medicamentos a la basura. Esa mañana me tomé una pastilla de ginseng inmediatamente, y las seguí tomando diariamente durante un mes.
–¿Y te aliviaste? –se interesa Alberto.
–De las jaquecas, sí. Fue increíble. Ahora si siento dolor de cabeza -ya no migraña-, simplemente tomo un paracetamol. Y todo por un sueño.
‹‹Pero les quiero aclarar algo. Los sueños son personales. Lo que a mí me puede servir para aliviar una jaqueca puede no ser lo mismo que ayude a otro, así es que por favor, intencionen sus propios sueños –ríe Martina. –Se los digo en serio, la sanación siempre es única y personal.
–Así es que ya sabes, Su. Si quieres encontrar un modo de aliviarte de tu dolor a las muñecas, ¡pregúntale a tu sanador interno!
Edna Wend-Erdel
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