Miguel Dionisio vivió insatisfecho. Como nunca se propuso viajar a su interior, se convirtió en un turista compulsivo. Exploró, experimentó, imitó a los maestros, se embarcó en mil y una aventuras que prometían darle un verdadero sentido a su vida, pero todas tristemente acababan en una pertinaz sensación de aburrimiento.
Un día, dio un bostezo tan tan grande que se ahogó en él. Sus familiares y amigos decidieron colocar con letras de plata en su tumba, justo encima de su nombre, esta frase lapidaria: “¿QUÉ TE FALTÓ POR DESCUBRIR?”. Después de su entierro, en las soledad del cementerio, el silencio fue interrumpido por un feroz viento huracanado que dejó horizontales toda una fila de cipreses. Por el aire volaron no sólo hojas, sino también algunas de aquellas letras recién pegadas en el húmedo mármol.
Así, los allegados que a partir de entonces fueron a llevarle flores a su sepultura, pudieron leer la respuesta a la pregunta que ellos mismos formularon:
“¿QUÉ TE FALTÓ POR DESCUBRIR?”
MI DON...!!!
Carmen Sol
VÍA PLANO CREATIVO
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