Enamorados.
Vos llegaste a las 10, ella no, son 10 y 5 ¿se habrá equivocado de lugar? ¿Que hora tenés?, ¿vendrá? 10 y 10 ¿vendrá? hoy es jueves, ¿la esquina es ésta?
Vos pensaste mil veces la situación. Ella también. Pensaste quiere decir, la actuaste en vos. En voz bajita repasaste todo lo que nunca vas a animarte a decirle ahora. Ahora ella habla y habla y habla y habla y vos hablas y hablas y hablas y hablas. Y los dos quieren decir otra cosa.
A las 12 ya pensaste 5 o 6 veces en darle un beso. Nunca es el momento. La mesa es grande, la distancia peor, amagaste pero retrocedió, algo en el suéter, yo te lo saco, una lanita, si. Los dos sonrieron. Hablar y hablar y hablar.
Ella te mira como que si, pero, ¿si que? si hablar, si beso, si desubicado, raja de acá. Ella destroza un sobre de azúcar vacío. ¿Si que?
Ya son las 3, la señora del kiosco de revistas bosteza una vez más. Ya esta cansada de ver enamorados cortejándose en la mesa de la ventana. Más allá un portero desvelado limpia la vereda con una manguera de presión.
En nada, pensaba en nada, ¿vos nunca pensás en nada? no se puede pensar en nada. Si se puede. Vos querés que ella diga: pensaba en vos. Nunca lo va a decir. Ahora se acomoda en la silla, esta molesta. El beso parece perdido para siempre. ¿Pensará que sos un idiota? no hay nada peor que un beso tardío. ¿Quién come las frutas que se caen del árbol? es como comer las sobras de un plato ajeno. Con cualquier otra mina te hubieras acostado hace semanas, que te pasa que con esta no? ella tiene un secreto que nunca vas a averiguar. Su secreto se construye desde siempre. Plantas, luna, mareas. ¿En que carajo estará pensando esta mina? ¿en que pensás?, ella debe estar pensando en su secreto.
Hace un par de horas que no están en ningún lugar, no hay bar, no hay portero, no hay mozo controlando su zona, no hay nadie alrededor, están ahí, en el lugar de ningún tiempo, y pensás que te gustaría abrazarla, solo eso. y que se quedaran dormidos sin advertirlo.
Ahora salieron a caminar. Los ruidos de la ciudad se escuchan a lo lejos, como si fuera una fiesta que transcurre afuera, lejos del jardín. Allá lejos, el tiempo es otro, la gente se asesina, firma hipotecas, se emborracha hasta que el alcohol los tumba y rie a los gritos. Acá el silencio es tan inmenso que escuchas tu paso contra el piso y tu respiración de caballo de carrera.
Y de pronto calor, calor tibio de lana, de taza de café, calor y agua, dos cuerpos que se abrazan en uno, no entendés cuando paso, ni como fue, ahora están ahí, abrazados los dos, como dos chicos que se hicieron la rata en una plaza vacía.
Se besaron y ella ya no habla más; no hablas mas, le decís. Ella
se ríe. Vos tampoco hablas más. Ella memoriza tu cuello con sus manos,
después la espalda, la miras y le sonríen los ojos. Le acaricias la cara y juegan al cíclope. Ojos que se acercan más y más y más. Se ríen los dos. Intenta hablar y le pedís que no. Ponés tu índice en su boca como lo pone la enfermera de los cuadros de hospitales. Ahora no digamos nada más. La abrazas y ella descansa su cabeza contra tu pecho.
Y en ese momento son eternos.
Dedicado a Sarah.
Jorge Lanata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario