No estoy solo. Mantengo este pensamiento en mi mente y siento consuelo. La evidencia del amor divino comienza a surgir. Un rayo de sol se refracta en un cristal y un arco iris de colores baila en mi pared. Un pajarito llega y canta sólo para mí. Gracias al toque tierno y a la bondad de otros, Dios me demuestra Su apoyo. ¡Qué seguridad siento cuando tomo tiempo para escuchar y sentir el silbo apacible y delicado!
En el lugar callado en mi corazón, puedo sentir la presencia amorosa de Dios. No tengo que llevar ninguna carga solo. Con cada aliento me lleno de una fortaleza divina. Dejo ir sosegadamente cualquier pesar o preocupación que me esté agobiando. En el abrazo del Espíritu divino, sé que nunca estoy solo.
No estoy solo, porque el Padre está conmigo. —Juan 16:32
No estoy solo, porque el Padre está conmigo. —Juan 16:32
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