Nos encontramos en un punto intermedio entre lo que creemos en nuestro corazón que es posible y lo que vemos en nuestro mundo. Nos aferramos a la cuerda de salvamento espiritual que pende de los altos acantilados mientras intentamos una y otra vez impulsarnos hacia arriba de la ladera de lo que parece una superficie resbaladiza insuperable. Todas las técnicas que nos han enseñado en el pasado no parecen adherirse a las moléculas de este nuevo mundo que escribe sus propias reglas.
No se escuchan las plegarias, no se reciben respuestas y los memorandos son arrojados a la basura, nada parece estar escuchando nuestros gritos de auxilio. Nos hallamos en la calle de nuestra vida con el ojo del huracán mirando directo hacia nosotros. Parece que nos señalan a todos pues gastamos hasta la pelusa de nuestros bolsillos en cargar combustible o alimentar a nuestras familias. Les gritamos consternados a los dioses pues sentimos que se han roto demasiadas promesas. Buscamos respuestas en las páginas amarillas y nadie nos devuelve nuestras llamadas.
Todos parecen estar en trance mientras caminan sin rumbo por sus vidas sin ninguna esperanza de un futuro brillante. Cada precio que dijimos que “nunca pagaríamos” lo pagamos ahora con una gran cólera que nos guardamos e internalizamos. Nos contenemos y aferramos a lo poco que tenemos estrangulando la economía misma, imponiendo el código del “menos que” a su máximo grado, sintiendo que la “última esperanza” se ha marchado.
No vemos ningún alivio a este ataque de la oscuridad que nos tiene a todos angustiados. Sabemos que la vida nunca volverá a ser la misma y lloramos por los tiempos más sencillos y seguros que quedaron sólo unos pocos meses atrás y ahora parecen estar a años luz. Los castillos de arena de antes han sido arrastrados por las mareas que parecen volverse contra nosotros. Sin embargo, muy dentro de nosotros todavía vive un solo grano de fe. No es nuestra fe en Dios lo que cuenta en estos momentos, es la fe de Dios en nosotros lo que trae la finalización de este reinado de fuego y azufre.
La oscuridad se alimenta de la duda y el miedo. Quiere que renunciemos y nos rindamos a un futuro sombrío sin esperanzas. Puesto que somos los guardianes de la última esperanza alimentada por la convicción y fe del Creador en nosotros, es nuestra misión y deber sostener en alto esta luz de esperanza para que todos la vean. Hablen de esperanza y fe granular a todos los que encuentren, no les permitan que los hundan en el fango de la desesperanza ni los ahoguen en el mar del miedo. Ustedes son la luz en el futuro oscuro que tantos ven. Dejen que su pequeña luz brille en lo que parecen ser los días más oscuros. La esperanzaburbujea ahora suavemente hacia la superficie luego de estar demasiado tiempo en el fondo del barril. Porque una chispa de esperanza puede encender un mundo entero. No alimenten el miedo de las masas. Mantengan su luz resplandeciente, alimentando la llama de la esperanza para mantener al planeta abrigado y a salvo.
La humanidad es la única especie que fue hecha a imagen del Creador y contiene todas las credenciales y los ingredientes para hacer grandes hazañas. Es hora de tomar la fe que despositó en nosotros el Creador e invertirla en un futuro lleno de esperanza. Nunca podemos dejar de creer en tiempos mejores, en la bondad de la gente, en la justicia universal. Nunca podemos dejar de creer en nuestros sueños para nosotros mismos y aquellos a los que amamos.
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