Juan Pablo II.
La Navidad, no se trata sólo de conmemorar el acontecimiento histórico, que hace más de dos mil años tuvo lugar en una pequeña aldea de Judea. Es necesario comprender más bien que toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo.
Tuve un sueño José. No lo pude comprender, realmente no, pero creo que se trataba del nacimiento de Nuestro Hijo. Creo que sí, era acerca de eso.
La gente estaba haciendo los preparativos con seis semanas de anticipación.
Decoraban las casas y compraban ropa nueva. Salían de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era muy peculiar, ya que los regalos no eran para nuestro Hijo. Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con preciosos moños, y todo lo colocaban debajo de un árbol.
Sí, un árbol, José, dentro de sus casas. Esta gente estaba decorando el árbol también. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había una figura en lo alto del árbol. Me parecía ver un ángel. ¡Oh! era verdaderamente hermoso.
Toda la gente estaba feliz y sonriente. Todos estaban emocionados por los regalos, se los intercambiaban unos con otros. José, no quedó alguno para nuestro Hijo.
Sabes? creo que ni siquiera lo conocen, pues nunca mencionaron su nombre. ¿No te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen?
Tuve la extraña sensación de que si nuestro hijo hubiera estado en la celebración hubiese sido un intruso solamente. Todo estaba tan hermoso, José, y todo el mundo tan feliz; pero yo sentí enormes ganas de llorar. Qué tristeza para Jesús, no querer ser deseado en su propia fiesta de cumpleaños.
Estoy contenta porque sólo fue un sueño. Pero qué terrible José, si eso hubiese sido realidad.
Autor Desconocido.
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