Tender la mano hacia nuestro amigo, libres de intolerancia y prejuicios. He allí la solución a todos los problemas. Cada día intentar hacer algo por los demás, sin segundas intenciones: llamar por teléfono a la abuela olvidada, a la suegra incómoda, a esa persona que algún día nos ofendió, visitar al compañero enfermo. No se necesita de mucho, escuchar lo que tengan que decirnos, sin interrupciones y sin juzgar. ¿Será posible?
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