Les preguntó un maestro de novicios a sus discípulos:
-¿Que opinión debe importarle más a un hombre?
-La de los otros hombres-respondió uno.
-La de su familia-opinó otro.
-La de sus amigos-aventuró un tercero.
Dijo el maestro:
-Todas esas opiniones son muy importantes, pero ninguna más que la propia opinión. A los demás los podemos engañar, a nosotros mismos no. Tarde o temprano la verdad llega con su luz. Entonces nos vemos cuales somos y nos juzgamos sin error. Tal es el juicio final.
No importa nada que todos los hombres digan bien de mí si de mí mismo pienso mal. Y nada importa que todo el mundo piense mal de mí si yo aprobé mi examen de conciencia.
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