Maytte Sepúlveda
En una aldea de África, un hombre y una mujer, ambos viudos, se enamoran y deciden formar una nueva familia. Pero el hombre tiene un hijo pequeño que no ha superado la muerte de su madre. A pesar de que la nueva esposa del hombre hace todo lo posible por consentirlo, preparándole platos especiales y siendo amable con él, el niño la rechaza y ni siquiera le dirige la palabra. Así que ella va a pedirle consejo al hombre más sabio de la aldea, a quien le pregunta: ‘¿Qué puedo hacer para que su hijo me acepte como su madre?’. ‘Me has de conseguir tres pelos del bigote de un león’, le dice el viejo sabio.
La mujer se va muy preocupada, pensando en cómo conseguirá acercarse al león sin que éste la muerda, pero por el bien de su nueva familia decide intentarlo. Cuando por fin encuentra al león, lo observa desde lejos durante un rato, con miedo de acercarse. Pasan los días y la espera se hace interminable. Hasta que un día, la mujer decide acercarse un poco y le deja un pedazo de carne. Así, diariamente hace lo mismo. El león se acostumbra a la presencia de la mujer hasta que ésta pasa a formar parte de su vida. Un día, cuando el león estaba dormido, le arrancó los tres pelos sin ningún problema. Entonces, cuando iba a llevárselos al sabio, de pronto se dio cuenta de que había resuelto su problema, al encontrar el valor de la paciencia y la perseverancia”.
¿Cuántas veces nos sucede lo mismo que a la mujer de la historia, en diferentes situaciones o circunstancias? A todos nos gustaría que los resultados que buscamos se presentaran inmediatamente, que las personas se comportaran como nosotros queremos que lo hagan; que todos los eventos que vivimos, inclusive el tráfico, fluyeran rápidamente… pero lo cierto es que todo proceso se toma su tiempo, y si no somos lo suficientemente pacientes para aceptarlo, la frustración, el estrés y la ira se apoderarán de nosotros, alterando nuestra manera de ser y de afrontar la vida. La impaciencia nos llena de tensión, nos pone de malhumor y nos convierten el obstáculo más difícil de vencer al momento de afrontar y solucionar una situación inesperada.
La paciencia es una virtud que algunas personas interpretan como debilidad, sobre todo si quien es paciente, permite y tolera el abuso por parte de los demás. No hay que confundir una actitud pacífica y tolerante con la pasividad, la sumisión y el temor. Sólo una persona madura emocionalmente, consciente y equilibrada puede hacer uso de una actitud paciente en el momento en que lo considere necesario.
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