Les ofreceré una parábola. Pueden leer en ella aquello que crean que es correcto para su crecimiento en este momento. Había dos campesinos. Cada uno de ellos era el propietario de un campo maduro que no podían cosechar por sí solos sin la ayuda de los demás, pero ocuparon todo su tiempo y trabajaron duramente para cosecharlo. Los dos campesinos eran divinamente humanos, y honraban apropiadamente a la Tierra. Eso creó una buena asociación con la Tierra y fueron recompensados con buenas cosechas cada año, y pudieron sustentarse a sí mismos y a sus familias. Una parte de su cosecha la utilizaron personalmente y otra parte me vendida en el mercado para aportar sustento y abundancia. Vivieron buenas vidas.
Un día apareció un humano en cada uno de sus campos respectivos, afirmando traerles un mensaje de Dios. Los dos campesinos se mostraron interesados, y escucharon atentamente el mensaje. El mensajero les dijo que los dos eran tiernamente queridos, y que gracias a su duro trabajo se habían ganado el poder para incrementar por diez veces su cosecha. Era su regalo, y ahora tenían en sí mismos el poder para hacerlo así. Para activar el nuevo poder, lo único que tenían que hacer era purgar la vieja cosecha que ya crecía en sus campos. Debían dejarla en el campo por completo y ararlo de nuevo, sin dejar nada de la vieja cosecha. Además, debían buscar las raíces para encontrar los parásitos o los hongos y desprenderse de cualquier impureza que encontraran. Una vez que lo hubieran hecho así, volverían a plantar inmediatamente nuevas semillas. En anticipación de su nuevo poder, el mensajero les dijo que Dios cambiaba las estaciones, que les ofrecería más sol y lluvia cuando fuera apropiado, que les protegería de la sequía, que reacondicionaría realmente los componentes de la agricultura tal y como la conocían, para permitirles el uso de este nuevo don.
Era el momento del año en que la cosecha vieja estaba a punto de ser recogida. Los dos campesinos tenían plantas altas que ya estaba preparadas para ser cortadas y vendidas en el mercado, lo que les permitiría ganarse el sustento para todo el año siguiente, así como comprar las semillas para la cosecha de la siguiente temporada. Los dos campesinos se mostraron vacilantes en destruir la vieja cosecha, y perder con ello su seguridad para la siguiente temporada. Después de todo, ¿qué mal habría en recoger la cosecha y utilizar su nuevo poder más tarde? Esta cosecha, aunque ya era vieja, estaba casi preparada, y volver a plantar nuevas semillas no serviría de nada en esta época del año. Cualquier campesino sabría que las semillas no crecerían ahora.
El primer campesino consultó con su familia acerca del mensaje recibido, y les pidió consejo. Después de pensar mucho en lo que había oído decir al mensajero, él y su familia decidieron que Dios no les causaría daño alguno, así que destruyeron su cosecha casi madura tal como se les había indicado, y volvieron a arar por completo la tierra. Luego, examinaron todas las impurezas, las eliminaron cuidadosamente e inmediatamente después volvieron a plantar los campos.
El segundo campesino, en cambio, no creyó en el mensajero, y se preparó para recoger la cosecha, como hacía habitualmente.
Poco después llegaron las lluvias. Esto conmocionó mucho a los dos campesinos, pues nunca había llovido en esta época del año hasta ahora. La lluvia regó las nuevas semillas del campo del primer campesino, e inundó la cosecha ya preparada del segundo. Entonces llegó el viento, cuando antes nunca había soplado el viento en esta época del año. La cosecha del primer campesino empezaba justo a crecer gracias a la lluvia, y el viento no pudo arrancarla. Lo que quedó de la cosecha inundada de agua del segundo campesino fueron plantas que estaban altas y el viento las arrancó con facilidad y se las llevó.
Y así, la cosecha del primer campesino creció hasta alcanzar una cantidad y altura con la que jamás había soñado imaginar, y se regocijó con su nuevo poder para crear una cosecha abundante, tal y como le había predicho el mensajero. El segundo campesino, en cambio, perdió su vieja cosecha y esperó un tiempo en el que pudiera alinearse con las nuevas estaciones para poder plantar de nuevo sus semillas, sintiéndose inseguro y ansioso acerca del nuevo cambio de las temporadas que no estaba previsto.[1]
Queridos míos, ¿qué equipaje viejo llevan con ustedes en esta nueva energía impidiéndoles utilizar su poder? Sitúense en medio de sus propios temores y aspiren a conseguir el premio, y sigan adelante con su vida. Porque es la hora.
Y así es.
Kryon
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