Hace algunos días escribí en mi Facebook:
Y para quienes desean volver atrás les cuento…
Fueron tantas las veces en las que quise regresar en el tiempo, volver atrás a cuando todo parecía estar en paz. Pero he despertado para entender que en toda la aparente paz de esos viejos instantes no se encontraba mi experiencia de hoy y que sólo por ella vale la pena decir que acepto la vida como viene y como va; que vale la pena hacerle frente, porque para eso estoy aquí.
La escribí porque la gran mayoría de los seres humanos ha deseado eso alguna vez. Anhelamos volver atrás a cuando esas situaciones estaban o quizá cuando no estaban. Queremos volver al tiempo en el que vivíamos con alguien especial que tal vez tuvo que partir. Queremos volver a la niñez donde todo parecía tan fácil, donde los problemas se desvanecían como burbujas de jabón en el aire. En pocas palabras, queremos a los muertos (recuerdos) de vuelta, queremos a los muertos resucitar.
Pero en cuanto despertamos, en cuanto algo de este ahora llama nuestra atención, nos damos cuenta de que lo único real, lo único que existe es este pedacito de instante en el que te escribo y que tú me lees. Y que este breve instante pasará muy velozmente dejándonos la misión de amar al próximo segundo que llega. Entonces de pronto tengas que levantarte de tu silla y desees sentir a tus pies como si fueran un regalo, como si cada paso fuera un descubrimiento por sí mismo, como si valoraras la labor de millones de células y la sincronicidad que se da en la tierra para que tú puedas dar un paso, para que puedas caminar. Gracias, dices por cada movimiento.
Y es ahí cuando sabes que sin esos dolores, ausencias, angustias o tragedias, nada tendría sentido en este ahora para ti. Que todo eso te regaló los dones que ahora tienes. El don de detenerte un poco en el presente para regalar un beso, un abrazo, para decir un TE AMO que esa otra persona no espera. Tienes el don de bendecir tus piernas y de abrazar tu experiencia de vida sea como sea sólo porque vivir no tiene precio. Esta vida, la tuya y la mía es un regalo de la inteligencia divina.
Entonces necesitamos tropezar, caer, levantarnos, repetir el ciclo una y mil veces hasta que la lección esté aprendida. Pero como dijo Cortázar:
Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.
Entonces vivamos, existamos, seamos aquí, ahora.
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