Usualmente no discuto percepciones. Me he encontrado con personas que rechazan tajantemente la posibilidad de sanar a través de palabras amorosas o de sentimientos como la gratitud. Sin embargo puedo entender lo que sucede en su interior, que básicamente consiste en que ven al mundo, a las situaciones o a las enfermedades como cosas, y no como lo que son: pensamientos.
Y también me encuentro con seres muy sensibles, para los cuales es fácil comprender la raíz de la existencia. Así fue como tuve una charla con una mujer, respecto de uno de esos días en los que a temprana hora de la mañana, se dirigía a su trabajo a través de una de las estaciones del metro.
Y me cuenta que entró en ella para esperar su ruta.
Cuando estaba haciendo fila vio a través del cristal, y en la calle a un niño de unos 10 años de edad que lloraba con su mercancía tirada en el piso, la cual consistía en empanadas para la venta, que habían sido distribuidas previamente en un canasto.
El chico lloraba desconsolado al ver su producto completamente perdido. La mujer en cuestión sintió ganas de llorar y justo en ese instante se dijo: “Esto está sucediendo dentro de mí, así que yo puedo sanarlo en mí. Entonces comenzó a repetir sin más: Lo siento, perdóname, gracias, te amo. Te amo, lo siento, perdóname, gracias.” Sus ganas de llorar comenzaron a marcharse. Y su sentimiento comenzaba a “tocar” a la distancia al otro ser humano.
De la nada y aún con la mirada en el suelo, el niño comenzaba a sonreír. Un hombre que pasaba cerca suyo se le acercó, le dio un dinero, lo ayudó. El metro llegó. La mujer se subió. La escena quedó atrás. Un momento difícil se convirtió en bendición.
El mundo es percepción tuya. De hecho el universo entero lo es. Por eso eres el origen y el fin de todas las cosas. Si alguien no puede experimentar la vida como tú, si no le es posible despertar a la magia que esconde el verdadero amor, aún necesita tiempo. Lo mejor será respetar su sueño y lo que tenga que durar.
Gracias por leerme.
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