Cuenta una vieja historia árabe que una vez dos niños –uno rico y el otro pobre– volvían del mercado. El rico llevaba galletas untadas con miel, y el pobre llevaba un trozo de pan duro.
– Si haces el perro, te dejo comer de mis galletas –dijo el rico.
El niño pobre aceptó y, a cuatro patas y en medio de la calzada, se puso a comer las galletas del niño rico.
El sabio Fath, que contemplaba la escena, comentó:
– Si este niño pobre tuviese un poco de dignidad, al final encontraría una forma de ganar dinero. Sin embargo, prefiere convertirse en el perro del niño rico para comer sus galletas. Mañana, cuando sea grande, hará lo mismo por un cargo público, y será capaz de traicionar a su país por una bolsa de oro.
PAULO COELHO
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